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FÚTBOL | Vuelta de los octavos de final de la Liga de Campeones
Columna
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Ronaldinho no fue 'El liquidador'

Santiago Segurola

Era el descanso y en Stamford Bridge comenzaron a escucharse las notas del viejo calipso. Después la canción de Harry J, una vieja joya de 1969 que los hinchas del Chelsea han adoptado como himno oficioso. Sólo que esta vez la afición de Stamford Bridge seguía el ritmo con poco entusiasmo. Había asistido a un primer tiempo maravilloso, pero decepcionante para el Chelsea. Después de cobrar una ventaja de tres goles en 20 minutos, nadie estaba para jalear las notas de El liquidador. ¿Cómo hacerlo si parecía que el liquidador estaba en el equipo contrario? Minutos antes había ocurrido un milagro. Lo protagonizó Ronaldinho, autor de uno de los goles del año, por su belleza, por la trascendencia y por novedoso. La pelota discurría frente al área del Chelsea sin aparente voltaje, a la espera de que a alguien se le encendiera la bombilla. Tocó en corto Iniesta para Ronaldinho, quieto frente a la hilera de defensas del Chelsea. La normalidad exigía una pared, la búsqueda de alguien que entrara desde la segunda línea, quizá una apertura hacia el flanco izquierdo, por una vez descubierto de defensas. Hasta entonces, Ronaldinho no había traspasado los límites de la normalidad. Había sufrido sin agitarse el implacable marcaje de Ferreira y se mantenía sin brillo en el partido. No había desbordado nunca al lateral y sólo había penetrado en el área para lanzar el penalti que significó el primer tanto del Barça. Era el último Ronaldinho, acostumbrado a aliviarse con acciones triviales o con extravagantes pases entre el mayor número de rivales. Era el jugador que no marcaba la diferencia cuando todo el mundo sabe que Ronaldinho puede establecer diferencias como poca gente en el fútbol. ¿Quién tiene su habilidad, su potencia, sus recursos para el remate? Esta temporada no se tenían muchas noticias de todo eso. El gol al Milan, el partido frente al Madrid. Poco más. Pero, por un momento, Ronaldinho fue Ronaldinho.

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Noche memorable en Stamford Bridge

En lugar de elegir el trámite, la normalidad, lo esperado, Ronaldinho vio en la jugada lo que nadie adivinaba. Miró más lejos que nadie, o miró donde nadie sospechaba. Estaba quieto, sin aparente posibilidad de amenazar al portero, a un gran portero, por cierto. El remate era impensable. Sin embargo, Ronaldinho lo pensó perfectamente. En algún lugar de su cabeza calibró que había medio metro libre cerca del palo derecho de la portería. Lo que siguió fue instantáneo. Sin recorrido para armar la pierna derecha, la levantó como un palo de golf y luego cruzó el más delicado y perfecto de los remates. La pelota tomó una ligera comba en su trayectoria y entró a un dedo del poste, ante la mirada estupefacta de Cech.

El gol coronó la magnífica reacción del Barça en un partido excepcional. Lo ganó el Chelsea porque tumbó al Barça cada vez que atravesó el medio campo. Es su juego y lo realizó con absoluta precisión, abanderado por el gran Lampard, un centrocampista integral que vale para lo grueso y para lo fino. Pero el Barça tuvo momentos extraordinarios, con Deco y Xavi a la cabeza. ¿Y Ronaldinho?

Su remate en el segundo gol puso de manifiesto su condición de futbolista singular. Sin embargo, su actuación no tuvo demasiada capacidad de arrastre. No jugó mal, se asoció con facilidad en la elaboración de las jugadas, pero nunca se escapó de los defensas. Sólo a última hora, cuando el Barça recibió el gol de Terry y la eliminatoria se escapaba a chorros, Ronaldinho se decidió a volar entre los defensas del equipo inglés. Era el último minuto del encuentro y su arrancada provocó el pánico de los centrocampistas y defensas del Chelsea, que sólo le detuvieron con una falta frente al área. Su poderío en la acción fue tan notable, fueron tantos sus recursos, que sorprendió su falta de presencia en el encuentro. Había marcado un gol memorable, pero el partidazo merecía el mejor Ronaldinho. Esa jugada final fue excepcional, tanto por su calidad como por su infrecuencia. Sin embargo, allí estaba la tremenda capacidad de desequilibrio de un jugador que ha decidido administrar su ingenio con cierta usura. En Stamford Bridge se vieron los detalles de un gran jugador, del futbolista que tenía todo el equipaje para liquidar el encuentro. No fue así. Ronaldinho no se borró y marcó un tanto de época, pero una vez más volvió a dar la impresión de dejarse gasolina en el tanque.

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