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SIGNOS

Fernando Quiñones, sensibilidad y erudición

Editados una antología y un ensayo del autor

Quienes vaticinaban que la obra del gaditano Fernando Quiñones (1930-1998) crecería y sería mejor comprendida con el paso del tiempo, empiezan a ver cumplida su predicción. Dos nuevos títulos, recién editados por la Fundación José Manuel Lara, devuelven al autor de La canción del pirata a los anaqueles de la actualidad y dan la oportunidad a los lectores rezagados de acercarse a una de las producciones más fascinantes de las letras españolas contemporáneas. La antología poética Crónica personal, bajo el cuidado del también poeta José Manuel Benítez Ariza, y la reedición del ya mítico ensayo De Cádiz y sus cantes. Llaves de una ciudad y un folklore milenarios, ponen de relieve la talla humana y literaria de este escritor.

Crónica personal realiza un recorrido por la veintena de títulos que comprende la obra en verso de Quiñones, desde los iniciales Ascanio o Libro de las flores y Cercanía de la gracia, ambos aparecidos en 1957, hasta Las crónicas de Rosemont, de 1998. En su minucioso prólogo, Benítez Ariza va siguiendo las distintas etapas de esa evolución.

Para el antólogo, "la clave está en el título, en la expresión personal que quizá el propio Quiñones me puntualizaría. Él quería esquivar lo personal para dar lugar a otras voces, a otros lugares... Y a pesar de ello, si uno lee la poesía de Fernando de principio a fin, se da cuenta de que el hilo conductor de todos sus libros es autobiográfico y sigue las distintas etapas de su vida: ahí está su juventud, sus viajes, su crisis de madurez, la melancolía del hombre mayor de sus últimos poemas. Me divirtió la idea de contradecirlo, de sacar a la luz ese aspecto que él jugó a esconder", afirma.

Uno de los propósitos que Benítez Ariza se ha fijado con esta antología es reclamar la atención que merecen los primeros poemarios de Quiñones, los anteriores a su celebrada serie de Las Crónicas. "Creo que esos libros revelan que la idea de Las Crónicas no surge de la nada. En ellos, Quiñones ya está tanteando la posibilidad de enmarcar sus versos en un artificio poético más amplio que el simple poema individual; por ejemplo, dentro de una serie de circunstancias concretas. Eso ya estaba presente en sus primeros títulos. Y por otra parte, ponen de manifiesto la excelencia de su aprendizaje como poeta, el modo en que supo asimilar las poéticas vigentes", señala Benítez Ariza.

En último término, esta Crónica personal quiere restituir a Quiñones como un nombre trascendente, influyente y personalísimo en el contexto generacional del medio siglo. "Yo creo que Quiñones debería figurar entre los grandes nombres de su promoción. Su aportación es tan importante, como mínimo, a la de Gil de Biedma, Francisco Brines o Caballero Bonald", asegura el antólogo. ¿Por qué, entonces, Quiñones ha sido relegado siempre a un segundo plano? Benítez Ariza aventura una explicación: "Pienso que la crítica, tan aficionada a secundar los lugares comunes, es culpable de haberse agarrado a Quiñones como un producto cultista, erudito. Eso hizo que muchos de los que empezábamos a leer poesía a principios de los años ochenta le diéramos de lado", asegura.

Flamenco

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De Cádiz y sus cantes fue, por su parte, una obra de referencia para los estudiosos del flamenco desde que viera la luz su primera versión, en 1964. Revisado en profundidad para su segunda edición, 10 años después, el texto era hasta ahora prácticamente inencontrable. Sin dejar de tener en cuenta el escaso prestigio que la investigación flamencológica tenía por entonces en España, el libro cuenta con varios atributos que lo convierten en un documento extraordinario. Por un lado, la exploración que Quiñones hace de los orígenes legendarios del flamenco en Cádiz; por otro, el concienzudo análisis de los cantes gaditanos, la imponente galería de intérpretes señeros y la recopilación de letras que incorpora a su estudio.

No acaba ahí la singularidad de De Cádiz y sus cantes. El hecho de que se trate de una obra tan válida para la consulta como para la lectura puramente lúdica, sumadas a las peculiares dicción y estilo del autor, permiten añadir este título a la lista de obras fundamentales para entender la personalidad de Quiñones, siempre partidario del maridaje entre pasión y erudición. Una pasión flamenca, por cierto, de la que el gaditano acabó alejándose en sus últimos años, al menos en calidad de investigador.

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