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LA CRÓNICA
Columna
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Una ciudad de lectores

Los libros, los libros, por todas partes los libros. Barcelona es una ciudad de libros y en ella Don Quijote ve por primera vez en su vida el mar y también ve por primera vez en su vida una imprenta, que es donde toman su forma los libros, de la misma manera que el lector va tomando forma según lee. Y del modo en que los libros forman a la gente, las librerías dan forma a una ciudad. Una ciudad sin librerías es una ciudad apartada. Una ciudad con las librerías cerradas es un fantasma. Barcelona es un fantasma solitario los domingos.

El otro sábado hablé con José Batlló, el ex editor de El Bardo y actualmente propietario de la librería Taifa, en la calle de Verdi, cerca de los cines de este mismo nombre. A mí me gusta ir a verle a su librería y mirar las mesas con las novedades, todo en ellas está dispuesto con una intención lógica, de quien sabe una barbaridad de letras y de la vida, y también disfruto rebuscando entre sus estanterías de ocasión y llevándome libros alucinantes con el propósito de leérmelos en cuanto llegue a casa, y sobre todo me encanta hacerle salir de su trabajo para tomar un café. De Batlló, una de las muchas cosas que se aprende cuando se toma café con él es a leer. El caso es que el otro día Batlló andaba recogiendo firmas entre la gente que entraba y salía de su librería. A Batlló estos días se le ve preocupado e indignado porque la Generalitat le ha obligado a cerrar la librería los domingos escudándose en el texto de la nueva ley de horarios comerciales. Desde que la abrió hace 12 años, Taifa no había cerrado ni un solo domingo. En todo este tiempo, ha amanecido más de un domingo lloviendo a cántaros y siempre ha quedado el consuelo de que Batlló había abierto su librería. Taifa es de las escasas, sino la única librería de Barcelona que tiene abierto todo el fin de semana. En su resistir, Taifa se ha convertido en la librería de guardia de la gente que emplea el domingo en comprarse algún libro, afición tan reconfortante como ir al fútbol, o a misa, o al cyber para chatear o para navegar; pero a los cybers, al fútbol, al copeteo y a las floristerías, a diferencia de las librerías, no les afecta esa ley de horarios y pueden abrir siempre que quieran. Las librerías son, de tal manera, menos que flores, floreros de la cultura, y los libreros, sus cultos floristas.

La librería Taifa es de las escasas librerías de Barcelona, quizá la única, que tienen abierto durante todo el fin de semana

Los libros. Algunos los necesitamos como otros necesitan los cigarrillos. Sin embargo, un domingo es más fácil encontrar tabaco que un par de libros, aunque sean de narrativa contemporánea. En Taifa, los domingos entra la gente que va a pasar la tarde en el cine (¿qué diferencia hay entre un cine y una librería?), y entran también hombres solitarios que buscan la compañía pasajera de las estanterías, y mujeres solitarias que se quieren llevar un libro a casa, y autores que pasan revista a sus obras, y grupos de amigos que se ríen de un título o del nombre o de la foto de un autor, y parejas de novios que van de la mano, y parejas de amantes que han discutido, y parejas con el carrito del bebé, y padres con sus hijos a caballo, y alguna muchacha apurada que quiere hacer un regalo de última hora, y alguna señora mayor despistada: "¿Puede darme El triángulo de las Bermudas, de Camilo José Cela?". "Señora, ese libro no lo tenemos". Así es la ciudad de los lectores.

Una ciudad que se pretende culta, civilizada y europea, pero que los domingos cierra sus librerías no es una ciudad culta, civilizada y europea a la manera de París, Londres, Bruselas, porque en estas ciudades ese día sí hay librerías abiertas. En Barcelona existe una ciudad europea y culta a la que un día a la semana le obligan a cerrar todas sus librerías, y eso ocurre en plena celebración del Año Internacional del Libro y la Lectura. Los organizadores afirman que dos de los propósitos de este año internacional son la difusión de "la Marca Barcelona en el campo del libro" y "potenciar una ciudad de lectores"; pero eso nadie se lo va a creer si por otro lado se prohíbe y se castiga el normal funcionamiento de las librerías. Hay más libros, pero no nos dejan ser más libres.

A veces, un domingo se ha visto en Taifa a algún miembro del Gobierno de la Generalitat buscando libros. Me refiero a Joan Saura. Esto indica sobre todo que Saura es de los que leen. "Pues hace un par de semanas estuvo aquí", me comenta Batlló. Si Saura hubiera vuelto al domingo siguiente, se habría encontrado con el inspector de la Generalitat levantándole un acta al librero al lado de un cartel del Año Internacional del Libro y la Lectura. Batlló ha telefoneado al Gremio de Libreros para que le indiquen si tiene algún resquicio al que agarrarse, pero su gremio no le ha contestado a la consulta. Barcelona es una ciudad de gremios a la que va Don Quijote para ver cómo se hace un libro ("y vio tirar en una parte, corregir en otra, componer en ésta"), y ahora celebra el cuarto centenario del Quijote con congresos, exposiciones, publicaciones conmemorativas, y en una de ellas van y sueltan los altos cargos que el Quijote está en la semilla de las road movies y del turismo ecológico. Claro, también es la ciudad que se presenta como la Millor Botiga del Món, y sin embargo no tiene libros porque es domingo.

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