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Los obreros del metro del Carmel temen que los despidan

En las obras del metro del Carmel de Barcelona no hay tregua. En la plaza Pastrana, a 120 metros del socavón, en medio del subterráneo rugir de las máquinas y de una rara mezcla de olores a cemento y a arroz caldoso con marisco, los obreros van abandonando su puesto por turnos para ir a comer.

Ayer eran unos 40, según uno de los capataces. Pertenecen a las tres firmas que integran la unión temporal de empresas (UTE) para la construcción del metro (Fomento de Construcciones y Contratas Copisa y Comsa) y a las empresas subcontratadas. Los trabajadores, que en las semanas previas al hundimiento ya advirtieron de que la grietas no se tapaban correctamente, temen más que nunca por su futuro. "De los 40 que éramos en mi empresa hace un mes, ya sólo quedamos nueve. Ya mismo nos mandan a todos para casa", relata un obrero de Destuneles, una de las subcontratas.

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La decisión del Gobierno catalán de paralizar las obras, suspender el contrato y llevar a las empresas a los tribunales agrava su situación. "Ahora mismo tenemos mucha incertidumbre, nadie nos has dicho nada", comenta un empleado de FCC. "Trabajamos para reforzar lo que ya está hecho, pero estamos quemados porque sabemos que trabajamos para que nos echen", añade un compañero. Algunos se recolocarán en otras obras que su empresa tenga por España. Otros no tendrán más remedio que apuntarse al paro.

El vermut del domingo

Mientras, la calle Llobregós parecía las Ramblas ayer al mediodía. Un hormigueo de gente arreglada de domingo se paseaba por la empinada arteria del barrio, abierta casi de acera a acera por la enorme zanja de las obras de la futura estación de la línea 5 del metro. Un poco más abajo, en la Rambla del Carmel, una hilera de al menos veinte personas esperan turno pacientemente en un puesto de pollos a l'ast que hay justo detrás de la parada de autobús. Siguiendo hasta la esquina con la calle Dante, los camareros de La Crema no dan abasto: en la terraza de la cervecería no hay ni una silla vacía.

Es la hora del vermut y un sol casi primaveral luce también en un barrio olvidado hasta hace un mes. "¿Dónde está tu marido?", pregunta una joven. "Hoy tiene fútbol", le responde sonriente su amiga. Muy lejos aún de recuperar la normalidad, los vecinos del Carmel aprovechan la jornada dominical para intentar desconectar de la tragedia, aunque sea sólo por un día.

Más de 1.000 vecinos del barrio permanecen, un mes después del hundimiento del túnel del metro, desalojados de sus hogares y a la espera de que la Generalitat y el Ayuntamiento les aporten soluciones: indemnizaciones, garantías de seguridad y pisos-puente.

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