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Ese oscuro estilo de hacer política

Reveladoras están siendo las declaraciones de los vecinos damnificados por el trágico derrumbe del Carmel, causado por las obras de la línea 5 del metro. "Que nos devuelvan lo que nos han quitado", "las dimisiones no nos arreglan nada, que nos devuelvan lo nuestro", "hasta que no me den una solución... Las palabras se las lleva el viento", arrojaban a través de las ondas radiofónicas algunas voces damnificadas, desesperadas, el pasado jueves en la puerta del Parlament. Mientras, en el interior del hemiciclo, se celebraba un pleno extraordinario. Una vez más, el consejero de Política Territorial y Obras Públicas, Joaquim Nadal, subía a la tribuna para dar la cara y ofrecer respuestas en torno a una crisis, la del Carmel, estremecedora, que ha obligado a los justos a pagar por los pecadores. Ya lo dijo el consejero. Ya lo anticipó el presidente.

Tras un mes sabemos cómo se pensó la obra, quién la ejecutó y quién tenía la responsabilidad técnica

Y mientras unos, la Generalitat y el Ayuntamiento, siguen escuchando y trabajando infatigablemente para apagar los gritos de auxilio que día tras otro lanzan los afectados por el socavón, otros, la principal fuerza de la oposición, personificada en Artur Mas y Felip Puig, sólo piensa en desgastar el Ejecutivo y salvar los muebles electorales de CiU al precio que sea. La actuación del Gobierno de la Generalitat, con Pasqual Maragall y Nadal al frente, bien arropados por Josep Bargalló y Joan Saura, y del Ayuntamiento ha sido clara, contundente y eficaz: la prioridad ha sido, es y seguirá siendo atender a los vecinos, ayudarles en lo posible a soportar el calvario que representa quedarse de un día para otro sin casa, sin pertenencias, sin ropa, sin fotografías de amigos y familiares, sin hogar, en definitiva. Se les ha ofrecido apoyo moral, psicológico y económico -aquí también ha desempeñado un papel importante el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero-. Las instituciones han estado a su lado en todo momento.

Entretanto, unos ansiosos Mas y Puig, secundados en todo momento por el jefe de la oposición en el Ayuntamiento de Barcelona, Xavier Trias, se dedicaban a pedir cabezas, a trasladar la crisis en el terreno político para saciar su sed partidista, a intoxicar, a sembrar confusión. Puig, en el Parlament, se ha doctorado cum laude en elusión de responsabilidades políticas. Ha asistido impertérrito al cese del director general de Puertos y Transportes, Jordi Julià, y del presidente de GISA, Ramon Serra, sabiendo de antemano que el desastre del Carmel se forjó en época del Gobierno de CiU, cuando las obras públicas, tal como explicó el consejero Nadal, se adjudicaban cuando los estudios técnicos no estaban todavía listos. Puig ha mostrado ante todo el país hasta dónde puede llegar su cinismo político. ¿Puede sentirse legitimado el ex consejero impulsor del proyecto de la línea 5, a pedir dimisiones sin antes ofrecer la suya? ¿Puede?

Convergència permanece inamovible en su oscuro estilo de hacer política, a lo que el Gobierno responde buscando y ofreciendo explicaciones sobre las causas del derrumbe. Nadal ya avisó que resultará difícil dar con la respuesta a todos los interrogantes planteados, por lo que será tarea de la comisión de investigación que constituirá el Parlament arrojar luz sobre las causas exactas de esta tragedia. El PSC no tiene ninguna duda de que el proceso informativo será transparente y concluyente, como lo ha sido hasta ahora, por respeto a los ciudadanos y al sistema democrático. Respeto que parece haber perdido CiU. A tenor de cómo han ido las cosas hasta ahora, habrá quien se empecine en seguir manipulando y conspirando cuanto pueda.

La crisis del Carmel y el debate monográfico en el Parlament han servido para contraponer dos estilos marcadamente diferentes de hacer política: el oscurantismo clientelar convergente en la adjudicación de obras -traducido al cínico lenguaje de Puig, oscurantismo clientelar vendría a ser algo así como círculo de excelencia- frente a la transparencia y el rigor que propugna el tripartito. A diferencia de antes, ahora, cuando ocurren desgracias, se rinden cuentas. ¿Alguien recuerda que el Gobierno de CiU encargara alguna comisión de investigación sobre algo? Un mes después de la tragedia del Carmel, sabemos cómo se pensó la obra, quién la ejecutó, quién tenía la responsabilidad del control técnico y quién debía informar sobre las deficiencias constructivas y no lo hizo. Transcurrido sólo un mes, los afectados han recibido las primeras ayudas económicas. ¿Alguien recuerda hasta qué punto se retardaba el pago de indemnizaciones por catástrofes y accidentes durante los gobiernos de CiU? Algunos de los que critican la forma en que Nadal y el alcalde Clos han gestionado la crisis bailoteaban en la discoteca mientras el país estaba sumido en el caos a causa de un intenso temporal de frío y nieve. Son éstos los que ahora piden más dimisiones.

Sin lugar a dudas, la continuidad de la línea de actuación impulsada por Joaquim Nadal constituye la mejor garantia para la recuperación de la tranquilidad en el Carmel, para impulsar la regeneración urbanística y para certificar la seguridad de las obras de la línea 5 del metro, una vez sean reanudadas. Gestión para solucionar los problemas. Eso es lo que piden los vecinos del Carmel, que prefieren vivir ajenos al debate barato, al chantaje político que promueven algunos que durante 23 años se creyeron los amos de Cataluña. Reflexionen, por favor, reflexionen. Con su actitud, CiU sólo contribuirá a secar las tranquilas aguas que hasta ahora regaban el oasis catalán.

José Zaragoza es secretario de organización y finanzas del PSC

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