Retrato cubista de John Ashbery
No tiene uno más remedio que sonreírse un poco al saber que la única novela escrita en su vida por John Ashbery (en colaboración con James Schuyler) en 1969, A Nest of Ninnies, es una sátira contra el mundillo literario. Y digo lo de sonreír -claro que la sonrisa puede ser medio cómplice, asonantada- si a continuación repasa uno la casi interminable lista de premios que jalonan la carrera literaria del poeta norteamericano, anglosajones casi todos, cierto, aunque no falte un Grand Prix de Bienales Internacionales de Poésie otorgado en Bruselas. Abundando en sus reconocimientos oficiales, Ashbery es hoy rector de la Academy of American Poets. Académico de la Poesía ¿no suena raro en un poeta como Ashbery? ¿Y qué hubiera pensado de todo ello un discordante como Allen Ginsberg?
Intentemos hacer el retrato cubista del personaje y de su escritura. Cubista porque en cierto sentido la posmodernidad de Ashbery es heredera de las vanguardias (del modernism, de la modernidad) pero asimismo porque buena parte de su poesía plural y maciza se propone la visión múltiple de un único objeto: la vida, muy genéricamente, o con precisión mayor, la vida que pasa -tan plural que casi resulta abstracta- por la mente del hombre.
Nacido en Rochester (Nueva
York) en julio de 1927, John Ashbery es hoy, sin duda, el poeta norteamericano por excelencia, aunque quede muy lejos de lo que algunos -pensando en Walt Whitman como pionero- han llamado la tradición americana. Ashbery formó en los años cincuenta -cuando empieza su vida literaria y él se marcha a vivir al París del existencialismo, algo muy norteamericano nuevamente- con sus amigos Keuneth Koch y Frank O'Hara (prematuramente muerto) la llamada Escuela de Nueva York que pretendía enfrentar su modo poético al por entonces galopante y novedoso -al otro lado del país- de la beat generation. Lo que en éstos (y especialmente en el gurú Ginsberg) era vitalismo desbordante y a ratos caótico, en los neoyorquinos era intelectualismo voraz. Afán de apresar la vida en el lenguaje y no a la inversa. El primer libro de Ashbery, Some Trees, se publicó en 1956, y aunque se trató de un libro de difusión minoritaria, tuvo ya elogios más que significativos desde su propia generación. Así Frank O'Hara escribió que era "el libro más hermoso que ha aparecido en América desde Harmonium". Aunque siempre intelectual y nunca parco -Ashbery es un poeta muy prolífico-, sus primeros libros no tienen aún la complejidad (o la dificultad) que serán la nota distintiva y su sello de autoría a partir del libro Autorretrato en un espejo convexo de 1975, que le valió a su autor -simultáneamente- el Premio Pulitzer de Poesía y el Premio Nacional del Libro. (Por cierto, el poema que da título al libro -quizá una de las piezas más centradas y centrales de Ashbery, que toma como punto de arranque el homónimo lienzo de Parmigianino- fue traducido al español por Javier Marías para la revista Poesía en 1985, inaugurando hasta donde sé la hoy no escasa serie de traducciones españolas del norteamericano).
Admirador lógico de Wallace Stevens -que también fue un poeta de lo mental, aunque con muy otra resolución- y de W. H. Auden, que alentó sus primeros libros, hay quien ha dicho (comparando a Ashbery con la tarea de pintores como Jackson Pollock o Willem de Kooning) que se trata de "una pintura abstracta hecha con palabras". Añadir que es "mágico hasta lo ininteligible" es otro de los tópicos críticos que circulan sobre Ashbery, de los que tampoco Harold Bloom ha escapado. El referente, de nuevo, la pintura, no como tema -claro es- sino como método o técnica.
Si tomamos dos de los más célebres libros de Ashbery (ambos traducidos ya al español), Diagrama de flujo (1991) o Galeones de abril (1987), hallamos en la estructura de un único y largo poema -Diagrama ...- o en poemas distintos con títulos distintos algo relativamente similar y que es acaso lo más característico del Ashbery maduro, regresado a Estados Unidos en 1966: un aluvión de voces y quiebros sintácticos dentro de cada poema o fragmento que no lo vuelven estrictamente ininteligible (pues cada verso tiene sentido) sino caótico o confuso, pues las voces no cesan de mezclarse o superponerse. ¿Monólogos interiores que se interfieren? ¿O no es tan sólo la voz plural de la conciencia sino que lo racional se une a lo inconsciente y aun a lo externo, es decir al tránsito callejero de voces y conversaciones de los que uno, al pasar, sólo puede retener fragmentos? "No me extraña que los niños no puedan hacer sus deberes. Y / entonces noté que todas las ventanas de todas / las casas de un solo piso eran como ojos con párpados temblorosos, / y supe que había llegado / la hora de pronunciar mi discurso
...". Es un mínimo fragmento, tomado al azar de Diagrama de flujo. Como se ve no estamos entre la dificultad esencialista o minimalista de un Paul Celan, ni ante la dificultad -de signo inverso- de un surrealista como César Moro. No. Los versos de Ashbery pueden ser filosóficos y pueden retratar la cotidianeidad, pueden ser (uno por uno) incluso muy prosaicos, pero su proliferación, como una selva llena de lianas y de grandísimas ramas que cruzan de un árbol a otro, señala la dificultad. Se dice que la poesía irracionalista (o como me sugiere Antonio Gamoneda decir arracionalista) se resuelve no queriendo entender el poema -pues no hay que entender- sino sintiéndolo, lo que ciertamente vale para el superrealismo de Residencia en la tierra pero no para la poesía metafísica de un Edmond Jabés (procuro pluralizar en los ejemplos) que, en todo caso, postula un deslumbramiento intelectual alógico, o de una lógica lírica. Quizá la singularidad de Ashbery es que para gozar de su poesía (incluso en libros algo más fáciles como Una ola, de 1981) necesitamos unir o mejor fusionar tres tipos de comprensión: la lógica narrativa, la emoción suprarreal y la intensidad mental de lo metafísico. Los tres caminos fusionados en un texto único -más corto o más largo, generalmente largo- que son (también a la vez) la visión del mundo. O sea, el mundo observado -y juzgado- desde conciencias interpuestas. Ya se habrá adivinado que el símil con los pintores abstractos intelectualistas no era errado del todo.
Inmensamente prestigioso aho
ra mismo (autor además de ensayos y de obras de teatro como 3 Plays, de 1978), uno llega a dudar de que la compleja poesía de John Ashbery pueda sobrepasar el círculo de los estudiosos o de los poetas y filopoetas. De algún modo -pero siempre añadiendo más complicación y un tono más llano- pudiera añadir que si Wallace Stevens fue un preciosista de lo mental, John Ashbery sería un callejeador de lo psíquico. Así el poema '37 Haiku' (de Una ola) puede leerse como un insólito haiku de 37 versos -los que tiene en el original inglés- o como los haikus que se forman en la mente de 37 individuos...
Your Name Here de 2000 y Chinese Whispers de 2002 son, hoy por hoy, los últimos títulos del abundante y abundoso Ashbery al que Javier Marías -como Rey de Redonda- ha nombrado (siempre media el consentimiento del nominado) Duke of Convexo. Como es lógico advertir, a mi entender, la grandeza de Ashbery no excluye la grandeza menos intelectual de Ginsberg. Y es seguro que ambos tienen o tuvieron caídas. Poeta del torrente de lo mental, poeta total en muchos sentidos, John Ashbery es un poeta de lo cotidiano en el interior de las mentes. ¿El primer gran poeta de la Edad Posmoderna, en la que mezclar es el canon? Probablemente. Sin excluir.
BIBLIOGRAFÍA
Tres poemas (DVD), traducción de Julián Jiménez Heffernan.
Pirografía (Visor), traducción de
Martín Rodríguez Gaona.
Una ola (Lumen), traducción de
Ignacio Infante
Fernández.
¿Oyes, pájaro? (Cátedra), traducción de Alejandro Valero.
Diagrama de
flujo (Cátedra),
traducción de
Alejandro Valero.
Galeones de abril (Visor),
traducción de
Esteban Pujals.
Autorretrato en espejo convexo (Visor), traducción de Javier Marías.
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