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Lo que nos importa de Estados Unidos

Soledad Gallego-Díaz

No es cierto que la amistad se pierda con facilidad. Al contrario, es una cosa compleja, que lleva mucho tiempo establecer y de la que no es fácil desembarazarse, una vez anudada. Y lo que es aplicable a la amistad entre personas lo es también, probablemente, a la amistad entre países. Así que las relaciones entre España y Estados Unidos no deberían provocar demasiada ansiedad. Es verdad que el Gobierno de Rodríguez Zapatero cometió algunos errores de tacto que no ayudaron a suavizar la retirada de las tropas españolas de Irak. Pero también lo es que después ha buscado, incluso con cierta preocupación, algún gesto de acercamiento a Bush y que la respuesta ha sido bastante tosca. Olvidemos todos las "salidas" del presidente del Gobierno español y el deplorable, y sin duda preparado, "¿Qué tal, amigo?" del presidente norteamericano. Realmente sería una exageración que alguien creyera que Zapatero se parece, o se encuentra en la misma situación que el sueco Olof Palme, el único primer ministro de Europa Occidental que estuvo más de doce años en el puesto y que nunca, nunca, fue invitado a visitar la Casa Blanca. Estos son otros tiempos, y otros actores, y España es miembro de todas las organizaciones que regulan las relaciones y la amistad transatlántica. Un amigo.

Lo que realmente importa ahora no son las relaciones entre España y Estados Unidos (muy seguras) o la antipatía que se puedan tener los dos presidentes de Estado y de Gobierno (bastante probable). Lo que importa son las relaciones entre Estados Unidos y la Unión Europea, porque es ahí donde se van a jugar, de verdad, en los próximos años, nuestros intereses políticos y económicos (los de los españoles como los de todos los ciudadanos de la UE). Por eso es mejor no distraerse analizando malestares personales y concentrarse en el balance de la visita de George W. Bush a Europa.

No parece que haya motivos para despejar la inquietud. El presidente norteamericano ha hablado, sin duda, con un tono conciliador y ha reiterado su voluntad de respetar los lazos transatlánticos. Ha existido un auténtico deseo de acercamiento y normalización. Pero Bush ha dejado sin respuesta la pregunta más importante: ¿sigue en vigor la doctrina aplicada en Irak? Es decir, ¿sigue siendo válida la visión de un mundo "sin tratados" en el que Estados Unidos opta por el multilateralismo a la carta, según sea su objetivo y sus exigencias de seguridad? ¿Dependen las coaliciones del tipo de misiones que EE UU se encomienda a sí mismo?

Algunos creen que la situación en Irak y la necesidad que tiene Estados Unidos de que Europa ofrezca dinero y cooperación para su reconstrucción, obligará a Washington a moderar su nueva y famosa doctrina. Otros piensan que nada ha cambiado en el fondo y que Bush y su entorno están realmente implicados en una operación de largo alcance a la que no renunciarán en los próximos años.

La respuesta a la pregunta europea es cada día más importante porque ya está sobre la mesa un nuevo "caso internacional". Alemania, Francia y Reino Unido han diseñado una estrategia de "contención nuclear" destinada a convencer al régimen iraní de que renuncie a fabricar armamento atómico a cambio de una serie de ventajas comerciales y políticas. La apuesta será baldía si Irán no está dispuesto a realizar una auténtica negociación. Pero también puede serlo si Estados Unidos no se compromete en el proceso, porque está claro que Washington es la única potencia en el mundo que puede ofrecer tanto un verdadero compromiso de seguridad como el ingreso en la OMC e importantes transferencias de tecnología.

Nada ha quedado claro. Bush ha prometido "pensar" la propuesta europea y eso, al menos, significa ganar tiempo. Pero en Estados Unidos (y en la influyente Israel) son innumerables las voces opuestas a esta estrategia que quieren llevar a Irán ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para establecer rápidamente, quizás en uno o dos años, un severo régimen de sanciones y una operación para derribar el régimen.

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Estas son las cosas que de verdad importan en las relaciones con Estados Unidos. También a los españoles. solg@elpais.es

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