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Reportaje:

De la tradición a la vanguardia

Una antológica recuerda el papel de Daniel Vázquez Díaz en la renovación de la pintura española

El pintor Daniel Vázquez Díaz (Nerva, Huelva, 1882-Madrid, 1969) fue el puente entre los valores tradicionales y la renovación de la pintura española en las primeras décadas del siglo XX. Tras vivir 12 años en París regresó a España en 1918 cargado con las esencias de las varguardias, tuvo contacto directo con artistas, escritores e intelectuales y fue maestro de otros pintores de generaciones posteriores como Rafael Canogar y Agustín Ibarrola. Su renovación mesurada le convirtió en personaje de referencia del arte español de la primera mitad del siglo XX. Una exposición antológica inaugurada ayer en el Museo de Bellas Artes de Bilbao con un centenar de óleos y más de 50 dibujos y aguafuertes revisa la creación de un artistsa que "fue un cruce de caminos de biografías clave en la cultura española", según Jaime Brihuega, comisario de la exposición junto a Isabel García.

La exposición se detiene en sus característicos paisajes vascos

La exposición, coproducida por el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofia, estará abierta al público hasta el próximo 29 de mayo. La presentación ha sido dividida en dos grandes bloques. En la sala BBK se muestra el grueso de la muestra, siguiendo un orden cronológico que comienza con óleos pintados en la primeras décadas del siglo XX, años de configuración de un estilo propio, en los que pintaba bajo la influencia de los postimpresionistas, de Toulouse-Lautrec, y los nabis, y se cierra con los bocetos y pruebas para los frescos del monasterio de La Rábida (1927-1930), encargados para conmemorar el descubrimiento de América.

La revisión de su obra se cierra en otra sala que reúne la obra sobre papel, entre la que destacan los dibujos que plasman los horrores de la Primera Guerra Mundial en Francia y Bélgica y una galería de retratos de artistas e intelectuales.

El recorrido por el centenar de óleos comienza con las pinturas de la etapa de París y sigue con las obras realizadas con el bagaje importado de la capital francesa, desde la estética de Cézanne y el cromatismo de Delaunay, al cubismo de Juan Gris. Sin llegar a quebrar el orden imperante, destacan los comisarios, supo "asimilar algunos planteamientos vanguardistas". Vazquez Díaz se ganó entoncés la calificación de afrancesado por parte de la crítica española, pero el poeta Juan Ramón Jiménez le prestó su apoyó explícito por "su vuelta al orden".

Entre 1923 y 1931 Vázquez Díaz realizó las obras emblemáticas de su carrera. Las dos versiones de La fábrica dormida, una fechada hacia 1920, propiedad del Museo de Bellas Artes de Bilbao, y la otra realizada en 1925, pertemeciente al Reina Sofía, son los mejores ejemplos de su cubismo atemperado.

La exposición se detiene en sus retratos al óleo de personalidades de la cultura y la política, y en los paisajes, muchos de ellos pintados en sus visitas a Hondarribia y fruto de su gusto por el paisaje del País Vasco. "Sin él, la mirada hacia nuestro propio paisaje sería distinta", destacó el director del Museo de Bellas Artes, Javier Viar. Sus relaciones con los artistas vascos y su amistad con Aurelio Arteta, por ejemplo, también quedaron plasmadas en su pintura. El lienzo Tierra vasca y el dibujo Mi amigo Arteta así lo muestran

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