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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

La memoria del Liceo

El niño Jorge haciendo ejercicios icáricos. Magos y prestidigitadores serrando y haciendo desaparecer a mujeres. La señora Amparo, sonámbula de primer orden. Sorteos de cubiertos de plata, lotes de turrones y pavos por Navidad. Represenciones de los Pastorcillos en Navidad, y en Semana Santa, La pasión de Cristo. Perros precipitándose accidentalmente desde el cuarto piso hasta el anfiteatro. Violinistas improvisando a petición del público. Imitadores de todo tipo de animales. Una señora de Cádiz da a luz un bebé en el pasillo del segundo piso. Un disparo accidental de un vigilante de la ronda nocturna que aburrido como una ostra juguetea en el teatro con su arma de fuego. Circo, mucho circo. Variedades, muchas variedades. Teatro, mucho teatro. Ballet, mucho ballet. Y algo de ópera.

En sus primeros 50 años de vida, el Liceo era un teatro en el que se hacía de todo y en el que la ópera sólo ocupaba el 25% de la programación

El Liceo. El nuevo Liceo. El Liceo surgido de las cenizas del segundo incendio de su historia. El Liceo del siglo XXI reconstruye su memoria. La memoria histórica de sus temporadas que a lo largo de casi un siglo y medio le han arrebatado todos y cada uno de los empresarios contratados por la propiedad, ahora ex propierad, que "vaciaban el teatro y sólo dejaban lo inservible" cuando se iban. La memoria escondida entre amarillentas páginas, no siempre veraces en su información, de decimonónicos diarios barceloneses guardados en la Biblioteca de Catalunya y la Hemeroteca entre las que Jaume Tribó, apuntador titular del Liceo desde 1975, se empezó a sumergir con pasión en 1993 y donde todavía sigue rebuscando.

Ayer, Tribó salió de la protectora concha el apuntador para subir al escenario. El escenario del auditorio del Espai Liceu para presentar el primer volumen, 1847-1897, de los Anales del Gran Teatro del Liceo, editado por la asociación Amics del Liceu. Lo hizo en honor de multitud. Ni un alfiler cabía en el auditorio. La gente se amontonaba de pie, entre ellos el todavía director general del Liceo, Josep Caminal, en los laterales de las butacas y las entradas, a derecha e izquierda. Una presentación de lujo, con la consejera de Cultura, Caterina Mieras, en funciones de maestra de ceremonias, el director general de Instituto Nacional de las Artes Escénicas, José Antonio Campos, en calidad de actual presidente de la comisión ejecutiva del Liceo, y el presidente de la Fundación Amics del Liceo, Josep Maria Bricall, como copresentadores.

"Amo el Liceo. Amo sus paredes. Lo amo de una forma morbosa y fetichista hasta el punto de guardar como un tesoro un trozo de terciopelo chamuscado y otro de madera quemada arrebatados de las cenizas del teatro tras el incendio de 1994", contó Tribó como inicio de su parlamento para que no quedara duda de que sólo la pasión puede llevar a un loco por la ópera a emprender la titánica tarea de reconstruir al detalle y con la prensa escrita como fuente de información la verdadera historia artística de un teatro con más de un siglo y medio vida, pero con una memoria documentada de sólo poco más de tres décadas. "Cuando en 1993 expliqué que quería hacer los anales del Liceo nadie me entendía. Sólo Josep Caminal comprendió la importancia de lo que le proponía: recopilar todo lo que artísticamente ha hecho este teatro, algo que la mayor parte de los teatros de ópera del mundo ya hicieron hace más de 70 años".

La minuciosidad de Tribó, que no sólo buscó los títulos de todos los espectáculos, y no sólo los de ópera, y sus intérpretes, sino que también anotó a pie de páginas todas y cada una de las incidencias y anécdotas relacionadas con estos, dio como resultado un volumen de 432 páginas sólo para la primera temporada, 1847-1848, la inaugural del teatro. "Es que hacían espectáculo cada día y los domingos tres: un concierto por la mañana, una comedia teatral por la tarde y una ópera por la noche", se excusó. El sociólogo Joaquim Iborra se ha encargado concentrar la información: título, autor, fechas e intérpretes, y de confeccionar el utílisimo índice.

En total, 357 páginas para los 50 primeros años de vida de un teatro, que más que templo de la lírica -sólo el 25% de las representaciones que se ofrecieron hasta 1884 eran óperas-, el Liceo era un coliseo profano en el que se hacía todo tipo de espectáculos y donde triunfaba el teatro, en especial las comedias, muchas de ellas francesas traducidas al castellano y sin que se mencionara el autor, y el ballet. "Unos 50 primeros años de existencia con una trayectoria confusa. Tenían un teatro, pero no sabían qué iba a ser realmente de él. Poco a poco el público lo fue modelando a sus gustos", apuntó Bricall.

Una memoria llena de jugosas anécdotas e incidentes que Jaume Tribó explica con pasión -"en 1862 se hace una Norma sin Norma, 'por indisposición de la cantante se suprimen las partes de Norma', reza el aviso"-, pero que no forman parte de unos anales. "Es la otra historia, una historia para un volumen aparte", dice. Mientras, prosigue el análisis de la información recopilada para el segundo volumen, el que reunirá toda la historia artística de 1897 a 1947. "Está todo en el ordenador", explica. "¿Cuándo se publicará? No lo sé", se excusa encongiendo los hombros. El periodo que abarca de 1947 hasta finales del siglo XX no le preocupa, tiene toda la información de primera mano y en buena parte lo ha vivido personalmente. Y ayer anunció que en 2047, coincidiendo con el 200º aniversario del Liceo, piensa tener listo para publicar el cuarto volumen. "Si mi padre ha llegado hasta los 99 años con buena salud", apuntó señalando a su progenitor entre el auditorio, "con los avances médicos, estoy seguro que yo llegaré a los 102 para tener listo el cuarto volumen".

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