El IPC de enero
Enero siempre fue un mes inflacionista. Era, y es, el momento en que muchas empresas, especialmente de servicios públicos, actualizan -siempre al alza, curiosamente- sus precios y tarifas. Al mismo tiempo, entran en vigor las subidas de los impuestos indirectos específicos -los que, adicionalmente al IVA, gravan, por ejemplo, los hidrocarburos y el tabaco- con el fin de actualizarlos con la inflación prevista, además de otras muchas tasas y precios públicos. Sin embargo, desde 2002 en este mes de enero se producen disminuciones del nivel general de precios, es decir, tasas de variación negativas respecto al mes anterior. La aparente paradoja se explica por la modificación en enero de ese año de la metodología del IPC para recoger el fenómeno de las rebajas, que antes no se tenía en cuenta. El grupo de productos en los que más incide este fenómeno es el del vestido y calzado, cuyos precios disminuyeron un 11,4% respecto a diciembre, y gracias a ello el conjunto del IPC disminuyó un 0,8% (gráfico izquierdo). Si se excluye el grupo del vestido y calzado, en vez de esta bajada, tendríamos un aumento del 0,3%, que sigue siendo moderado para un mes de enero. La bajada mensual señalada del 0,8% del IPC fue superior en una décima a la que se produjo en enero de 2004, por lo que la tasa anual de inflación -la acumulada en los doce últimos meses- disminuyó una décima, situándose en el 3,1%. Con ello, ya son tres meses consecutivos en los que disminuye la inflación, desde el 3,6% de octubre.
La subida de febrero será transitoria. A partir de marzo debería retornar la tendencia a la baja
La caída de los precios en enero ha sido superior a la que preveíamos la mayoría de analistas de la coyuntura. El error en la previsión se debe, al menos por lo que respecta al que suscribe, a que los precios de los combustibles y el tabaco no han recogido los aumentos de los impuestos comentados, es decir, las empresas no han trasladado a los precios finales dichos aumentos. Si uno fuera mal pensado, diría que se entrevé en ello la mano invisible del Gobierno, que ha presionado para que las empresas -que operan en régimen oligopolista o monopolista en estos sectores- no apliquen las subidas... de momento. Sea esto así o no, existe el peligro de que en los próximos meses, cuando las circunstancias sean más favorables, se produzcan esas subidas. Tampoco los aumentos del transporte público han sido tan elevados como se esperaba en función de las noticias aparecidas en los medios de comunicación. Otra fuente de error en la previsión ha sido el comportamiento de los precios del turismo y la hostelería, con caídas superiores a las de otros años en los viajes organizados y los hoteles.
La tendencia a la baja de la inflación se ha sustentado en los últimos meses fundamentalmente en la moderación de los precios de la energía y de los alimentos sin elaborar. En febrero, sin embargo, estos dos componentes van a presionar al alza, como consecuencia de la nueva subida del precio del petróleo y de las heladas de enero. Por ello, las previsiones (gráfico derecho) apuntan a un aumento de la inflación total hasta el 3,2%. Ahora bien, esta subida será transitoria, pues a partir de marzo -y con más fuerza desde abril- debería retornar la tendencia a la baja, para situarse por debajo del 2,5% en el verano. En los últimos meses del año podría producirse un nuevo repunte, cerrando el año en torno al 2,6%. Las previsiones, por tanto, no son malas, y en función de ello todos los agentes económicos y sociales deberían moderar sus expectativas inflacionistas. La competitividad de nuestras empresas está en juego.
Ángel Laborda es director de coyuntura de la Fundación de las Cajas de Ahorros (FUNCAS)
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