Los obreros del túnel del Carmel advirtieron de que las grietas no se tapaban correctamente
La falta de seguridad motivó un plantón de los trabajadores tras el primer hundimiento
"Las grietas crecían cada día, y nosotros lo comunicamos a los encargados, pero, en lugar de reforzar toda la pared, sólo se inyectaba algo de hormigón para taparlas (...) No era suficiente, ahora lo sabemos". Así comienza el relato de uno de los trabajadores que el pasado 27 de enero vio cómo comenzaban a hundirse los primeros 11 metros del túnel de maniobras de la línea 5 del metro de Barcelona, a su paso por el barrio del Carmel. En las semanas previas al hundimiento, los trabajadores pidieron en más de una ocasión reforzar con arcos metálicos la parte del túnel que cedió hasta provocar el gran socavón en superficie, pero nadie les hizo caso. Hasta que se cayó el túnel.
Pasados 24 días desde el accidente, el túnel que cruza el barrio se ha convertido en un auténtico búnker. Las paredes de varios tramos se han revestido con capas de hormigón que superan el metro de grosor. Las cerchas o arcos metálicos de contención se acumulan de tal manera en el interior de la galería que ninguno de los operarios del túnel lo hubiera imaginado hace un mes. Ahora toca minimizar riesgos. No cabe ni un problema más. "Si algún día hay amenaza nuclear, yo vendré a refugiarme a este túnel", ironiza uno de los obreros que, sin embargo, lamenta que las constructoras que realizan los trabajos no consideraran con anterioridad la necesidad de reforzar una galería que, al hundirse, ha obligado a desalojar a más de 1.000 vecinos.
¿Podía evitarse el hundimiento? Si los problemas que han afectado al proyecto eran "evitables" como reconoció el consejero de Política Territorial, Joaquim Nadal, ¿por qué no se hizo nada para evitar el accidente? Formular estas preguntas provoca tantas respuestas como trabajadores hay en el túnel, pero todas tienen un elemento común: los ajustados márgenes económicos que rigen los trabajos de obra pública en nada ayudaron a la prevención. "Días antes del hundimiento, las grietas de aquella pared se estaban poniendo bastante feas. Recuerdo que un día metí una piedra bien apretada en la junta de la roca y, al día siguiente, la encontré de nuevo en el suelo. Aquello se movía, ¡Y de qué manera!", contó el viernes uno de los obreros que, como sus compañeros, pidió que su nombre no apareciera en este periódico.
¿Y qué hizo? "Pues se lo comentas a los jefes, pero siempre dicen que estas cosas son normales, aunque yo no lo veía así".
¿Pasaron miedo? "Bajo tierra siempre se pasa mal, aunque lo ocultemos con bromas", explica otro de los hombres que dice haber pasado más tiempo bajo tierra que con su familia. Pero el miedo, aunque paralizante, también puede ser un buen consejero. Como a la mañana siguiente del primer derrumbe.
Al ser requeridos para evaluar el alcance del hundimiento, los operarios exigieron que los responsables de las obras les acompañaran hasta el punto del siniestro, a lo que éstos se negaron. Esta reacción provocó el plante de los trabajadores. "Asumo los riesgos que entraña mi trabajo, pero una cosa es el día a día y otra muy diferente cuando un jefe te pide, sin más, que te metas allá abajo a ver qué ha pasado (...) le dije que yo entraría, pero que él vendría conmigo hasta tocar la roca; al oírlo me dijo que no hacía falta ir, que podíamos esperar", narra el operario.
Recuerda este obrero que cuando se trabaja bajo tierra este tipo de presiones son habituales, pero que la última palabra la tiene el que debe arriesgar su integridad. "Y yo dije que no". Las cosas cambiaron al día siguiente, cuando la chimenea provocada por el hundimiento todavía no había hecho ceder la superficie. "Al final decidimos entrar para intentar taponar el túnel y poder llenarlo de hormigón, pero ya fue tarde; todo acabó de hundirse".
Desde aquel día, la actividad habitual del túnel se ha reducido a la mínima expresión para dar paso a las hormigoneras, a los equipos de refuerzo de las paredes y a un sinnúmero de técnicos que intentan dar con la causa de un hundimiento que ha cuestionado cómo se llevan a cabo las obras públicas en España.
También está el dinero. Con salarios que oscilan entre los 2.000 y los 2.800 euros, mensuales, estos operarios saben que pocos trabajos de cuello azul les reportarían los mismos ingresos.Las tres empresas que integran la UTE para la construcción del metro han declinado dar su versión de los hechos pese a las continuos requerimientos, mediante faxes y llamadas telefónicas, por parte de EL PAÍS.
Por su parte, Joaquim Nadal informó en la mañana de ayer de que el jueves señalará en el Parlamento catalán a los responsables del hundimiento que, anunció, están repartidos en cuatro niveles: constructoras, dirección de obra, la empresa pública Gestión de Infraestructuras y la Generalitat. Por la tarde, unos 200 vecinos del barrio cortaron los accesos al túnel de la Rovira en protesta por la gestión que las Administraciones han hecho de esta crisis. La Asociación de Vecinos no secundó la concentración.
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