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VISTO / OÍDO
Columna
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Violencia, fuerza, disciplina

Oí en Radio Nacional un informe interesante sobre juventud y violencia: emparejaba actitudes de causa y efecto. Por ejemplo, los más violentos son los que ven más televisión y juegan más con las máquinas, y los menos los que leen. Si hiciéramos leer -aunque sólo fuera un cuarto de hora por semana- a los violentos se amansarían. No está claro. Probablemente es un carácter personal que al mismo tiempo hace repudiar la violencia y gusta de leer. Pero está en la línea corriente de ideas contra la televisión y asume su influencia en el comportamiento, y al mismo tiempo defiende otra de las ideas santas de esta sociedad, la de la bondad de la lectura y, por lo tanto, del libro. No es real. Hay libros malos, no sólo en la calidad literaria sino en la intención y en el resultado sobre sus lectores. Únicamente creo que los malos son los que han ido imponiendo las censuras, las persecuciones, las subvenciones, la línea general de los poderes, y no los que se suelen incluir en la lista de prohibidos o se guardan en la sección cerrada de las bibliotecas que suelen llamar "Infierno". En otra sección de ese mismo programa, que se titula Tolerancia cero -mal nombre: la tolerancia, como mal menor, debe ser amplia-, se hablaba de la necesidad de disciplina para el joven. Es evidente que disciplina y discípulo son palabras con la misma raíz, como la que nombra un látigo para "disciplinar" al mal alumno. La disciplina y el pensamiento único a la fuerza son lo mismo: que no haya disidencias. Se ha hablado y se ha escrito tanto acerca de cómo se debe "enseñar a pensar" que parecía ya en parte conseguido; pero se sigue obligando a aceptar un orden. El reproche de los enseñantes a los padres que les envían alumnos díscolos es que no han sido capaces de inculcarles un sentido del orden. Sería interesante saber de qué orden se trata, ninguno es único.

Creo que la violencia y la agresividad forman parte en los siglos de civilización de lucha por la vida, y que muchos los consideran necesarios frente al mal, y que las ideas de ayuda mutua y de tolerancia están en un trance muy bajo. Creo también en que están muy dependientes de la capacidad de fuerza. El resultado de la encuesta dice que las mujeres son mucho menos violentas que los hombres: será porque no tienen fuerza física, no porque su bondad las haga renunciar al daño.

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