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Anasagasti saca poesía de Cádiz, "la ciudad encerrada"

Antonio Anasagasti (Cádiz, 1958) es una rara avis en el espectro poético español. Recién destinado a Madrid y ascendido al grado de teniente coronel de la Armada, ha publicado su tercer libro de poemas, En el interior de la ciudad encerrada (Ed. Ayuntamiento de Salobreña), un volumen dedicado a su ciudad natal. "El ámbito al que se refiere esa ciudad encerrada es muy obvio. Soy de los que han repartido cientos de panfletillos solicitando la declaración de Cádiz como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, pero también de los que lamentan la decadencia de esta ciudad, ese pasado glorioso que corre el riesgo de ser olvidado", comenta el autor.

En el interior de la ciudad encerrada comienza con la mirada desde un simbólico balcón de la capital gaditana, y concluye desde la altura de la Torre Tavira, metáfora de atalaya que permite contemplar el pasado y adivinar el futuro en el horizonte. Así, el poeta ve pasar la vida cotidiana con todos sus contradictorios personajes, haciendo hincapié "en el dolor que va más allá de la risa y el Carnaval", afirma Anasagasti.

El gaditano parece tener motivos a la hora de ejercer la crítica y reclamar para sus versos el valor de agitación social de la poesía: "Hay que pensar que en apenas unos años Cádiz ha perdido casi 30.000 habitantes, el paro ha seguido azotándonos, el problema de los Astilleros no se resuelve, se ha producido una tremenda pérdida de industrias, ha cundido la desesperanza, y llega un momento en que la escritura tiene que combatir todo eso de algún modo", afirma Anasagasti.

"Gran barra de bar"

"El problema de la ciudad no es que las radios retransmitan o no el concurso de agrupaciones carnavalescas, sino que Cádiz acabe convirtiéndose en una gran barra de bar, incapaz de ofrecer posibilidades a sus habitantes", añade.

Así, muchos personajes del libro "tienen una existencia real, son como una cara oculta de la ciudad", que promueven en el libro "un giro social dentro de mi rabia y de mi disconformidad ante la situación", dice el autor. Las aliteraciones, que eran ya un sello de identidad en los dos títulos anteriores de Anasagasti, Sobre aliteradas alas y Arrítmico amor (ambos editados en el sello Devenir), ejercen en este nuevo poemario un efecto buscado, "de tono triste, como redoble o tañido de campana", confiesa.

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En cuanto a la coincidencia del oficio de las armas y la pasión de las letras, Antonio Anasagasti explica que la tradición literaria española está llena de casos similares, desde Garcilaso a Luis Berenguer, pasando por Cadalso o el propio Cervantes. "En el amor y la guerra siempre hubo cierta relación, aunque estoy en contra de la violencia incluso en el estricto ámbito de las emociones. Lo cierto es que antes las cosas se vivían con más intensidad: la vida era más corta y todo se apreciaba mucho más", concluye.

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