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Columna
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Razones profundas

Es curioso cómo se han ido enredando entre sí las tres cuestiones palpitantes: referéndum europeo, plan Ibarretxe y reforma de nuestra Constitución y de nuestros Estatutos. No estaba así en la agenda política, pero ya se ve que también las agendas las carga el Diablo. Para Andalucía supone, desde luego, una ocasión óptima de decir aquí estamos, no se nos olviden. Pues en todas tres cuestiones tenemos mucho que decir, y más vale que se nos oiga, no vayamos a tener tonterías.

Discrepo de quienes, para empezar, hacen el inventario de las mercedes recibidas. No sé cuántas carreteras, obras hidráulicas, desaladoras... Todo eso lleva el sello de la UE, cierto es. Pero poner el énfasis en la gratitud que debemos mostrar, como bien nacidos, me parece un error. Nos debilita políticamente, pero sobre todo contribuye a esconder las verdaderas razones de ese reparto de la riqueza. En primer lugar, se trata de un reparto estratégico, esto es, necesario y no voluntario, cuya base es el principio redistributivo de las plusvalías generadas en un circuito concreto, y sobre la correlación forzosa que se da entre el 'mérito' de producir y la 'necesidad' de comprar. Por ejemplo simple: si los andaluces compramos frigoríficos alemanes, justo es que los alemanes veraneen en Andalucía. Hablamos, por supuesto, de un mercado bien regulado, o sea, sin prebendas ni excepciones.

En esa correlación Andalucía ha puesto, y pone, infinidad de cosas. Una mano de obra disciplinada y leal durante decenas de años, y a costa de un sufrimiento humano indescriptible. Calidad de vida para el turismo estacional y para los días dorados. El mayor atractivo cultural de toda España (flamenco, fiestas primaverales, grandes monumentos); despensa verde para el invierno; etcétera. Menos favorables, pero que también las pone: un litoral acosado por la inmigración clandestina y por la mafias de la Costa del Sol; tráfico de estupefacientes, como respuesta, en buena medida, a la falta de acuerdo pesquero con Marruecos, que también nos vino de Bruselas. Por no hablar hoy de ese tumor de la democracia económica que se llama Gibraltar. En todas esas materias también Europa necesita ayudarnos, o mejor dicho, 'ayudársenos'.

La cuestión europea, así entendida, sirve para curarnos de lo que puede ocurrir con los otros dos asuntos. Con meridiana claridad se está viendo ahora, en el contraste, cuán erróneo fue concederle al País Vasco la excepción fiscal. Sin duda se trató de un error necesario, basado en el más profundo acuerdo que supuso el Estatuto de Guernica: paz por dinero. Os dejamos que manejéis vuestro valor añadido, a cambio de que no os montéis en el tigre. Pero se quedaron con el dinero y se montaron en el tigre. Y ahora vienen los nacionalistas catalanes barruntando lo mismo. Pues que se les quite esa idea de la cabeza. Porque no se va a cometer dos veces el mismo error. No desde luego con los votos andaluces. Por eso es tan importante que Andalucía vote abundantemente por el sí a Europa. Porque ése es el modelo que interesa, el que ahora, en la escala progresiva de la redistribución, nos trae la industria aeronáutica. El otro, no.

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