Enamorados
Qué terrible comprobar que las últimas víctimas mortales de la violencia machista, como sus verdugos, rondan apenas los 20 años. En Xàbia, Paterna, Granada... cuatro jovencísimos cadáveres en tan sólo unas horas dejando en evidencia el que probablemente constituye uno de los más estrepitosos fracasos en la transmisión de valores. Naufragio educativo que no tiene que ver con el boletín de notas, sino con algo mucho más grave: con la impotencia demostrada por la escuela, las familias y los medios de comunicación para impedir que se reproduzcan e incluso refuercen entre la juventud los estereotipos de género.
Profesoras y amigas con hijas expresan serias inquietudes ante el tipo de vínculos que algunas adolescentes consienten establecer con sus "novietes", en ocasiones imberbes inseguros pero exigentes, "celosos" y posesivos, tensos y alertas ante cualquier signo de independencia por parte de "su" chica (actitudes que muchas de las hoy maduras ya no toleramos hace décadas). Y estas niñas de hoy, en apariencia listas y aplicadas, "modernas" en su trato con familia y amistades, se acaban convirtiendo en Penélopes rendidas en las trampas del primer amor, incluso halagadas ante las demandas de exclusividad, ignorantes (ellas y ellos) del siniestro significado y posibles consecuencias de ese tipo de relación. El símil homérico se lo debo al libro de Charo Altable, que desde hace años trabaja con estudiantes y estudiantas es pos de "una coeducación sentimental consciente que pueda transmitir conceptos saludables y placenteros del amor".
El Centro Reina Sofía ha constatado que los femicidios afectan a mujeres cada vez más jóvenes, y el año pasado fueron asesinadas más en el tramo de edad entre 15 y 24 años que entre 25 y 34. Quizá sea una situación meramente coyuntural, pero de las 7 que llevamos caídas en 2005 casi la mitad eran crías, incluyendo el caso atroz de la chica tiroteada junto con su novio por haber abortado un embarazo y una relación anterior. Aquel despechado es el penúltimo cachorro mudado en asesino. Alguien le había dejado creer que amar y ser amado consiste en apoderarse de un cuerpo y de una voluntad.
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