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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Muy difícil

No es fácil para el artista actual sorprender al espectador. Insertados en una carrera de continuas novedades, que vienen forzadas por el consumo capitalista, lo que sucede al final es que todas las obras supuestamente novedosas resultan ser un déjà vu en el que, apenas, se muestra una nueva pequeña variación sobre temas manoseados, de tal manera que cada obra se construye como una referencia de otra referencia.

Estando así las cosas, un par de obras de Leo Villarreal (Alburquerque, Nuevo México, 1967), tituladas Paisaje, me han llegado a sorprender. No son novedosas en un sentido estricto de la palabra pero creo que van más allá de lo que es habitual ver por estos pagos. Se trata de lo que se ha dado en llamar "obras de luz", piezas formadas por artificios luminosos, en este caso por tubos diódicos que son estimulados por un programa de un ordenador.

LEO VILLARREAL

Galería Javier López

Manuel González Longoria, 7

y José Marañón, 4. Madrid

Hasta el 24 de febrero

En la obra de Villarreal las referencias parecen claras, unos tubos instalados, de tres en tres, en la entrada de la galería recuerdan las piezas del minimalista Dan Flavin, quien construía sus obras con lámparas fluorescentes de colores en posiciones similares a éstas. Sin embargo, los dos Paisajes mencionados ejercen un efecto hipnótico por las impresiones retinianas que provocan. Ocultos los tubos en una caja de luz que hace las funciones de lienzo pictórico, el espectador puede imaginarse estar ante unas obras de Marc Rothko en las que los sutiles colores que el pintor abstracto conseguía con tenues veladuras surgen aquí como energía luminosa que va mutando hasta ofrecernos toda la gama de rothkos posibles, incluidos los que nunca pintó y los que nunca llegaría a pintar.

Esta técnica de iluminación

ofrece la posibilidad de producir una gama de dieciséis millones de matices cromáticos, algo que ningún ojo humano puede llegar a distinguir, pero el dato nos pone en la pista del tipo de juguete que tiene este artista en sus manos.

A principios del siglo XX algunos de los mejores artistas, entre ellos Kandinsky, Franz Marc, Kupka o Mondrian, influidos por la teosofía de Madame Blavatsky y la antroposofía de Rudolf Steiner, buscaron en la luz y en el empleo de los colores puros un sentido espiritual para su pintura. Marc Rothko supo contener el color y valorar la sutileza de los pequeños deslizamientos de matiz cromático gracias a su fortaleza espiritual, pero ahora, inmersos en el materialismo tecnológico, con dieciséis millones de tonalidades en intensidades que pueden llegar a cegar la retina, la espiritualidad ha desaparecido dejando paso a la "cultura del espectáculo" que se ofrece en forma de cataratas de luz coloreada que se suceden con ritmos frenéticos de feria discotequera. Si Villarreal fuera capaz de serenar su espíritu y contener el ritmo de variación de los colores, limitando los dieciséis millones a aquellos que son esenciales, estará en el camino de acercarse a aquella luz de la razón cuya meta, por otra parte, ya conocemos, está en el Cuadrado blanco sobre fondo blanco de Malevich y en los cuadros negros de Ad Reinhardt. Por eso el arte es tan difícil.

Una imagen de la exposición de Leo Villarreal en Madrid.
Una imagen de la exposición de Leo Villarreal en Madrid.

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