_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La zorra

Las fábulas que leíamos de niños nos dejaban siempre un extraño sabor a moralina. Su lección, su moraleja, penetraba como dogma en la sensibilidad infantil. Nuestro coeficiente intelectual se hallaba entonces en tal estado de pureza y de asombro que nos impedía considerar cualquier juicio crítico al respecto. No obstante, la famosa historia de la cigarra y la hormiga nunca me convenció. Eso de que una fuera laboriosa y constante y la otra una ociosa sin remedio es una burda patraña. La cigarra era una artista dedicada por entero a la música, a los inesperados arrebatos de la inspiración, a las sacudidas del arte. Amenizaba la vida de los otros a cambio de nada. La hormiga, sin embargo, encarnaba al funcionario de a pie, sometido a un horario y a un sueldo, a un ritmo lineal y a la garantía futura de una jubilación por los servicios prestados.

Otra fábula bien distinta es la de la zorra famélica que, con apuradas dificultades, logró penetrar en el corral por un angosto agujero. Después de zamparse a unas cuantas gallinas y aumentar considerablemente el perímetro de su estómago, sus intentos de huida fueron en vano. Quedó atrapada en el lugar del crimen. Algo parecido le acaba de suceder a Daryl Atkins, un recluso del estado norteamericano de Virginia que, debido a su menguado coeficiente intelectual, pudo librarse del corredor de la muerte. Sucedió hace tres años. El joven iba a ser ejecutado cuando alguien descubrió por una examen que su talla mental era de 59, es decir, 11 puntos por debajo del umbral legalmente establecido. El Tribunal Supremo de EE UU suspendió la sentencia por considerar a Atkins un pobre retrasado, pero hete aquí que, con el tiempo, la lectura, el aprendizaje de conceptos abstractos y el trato con abogados y psicólogos, al joven le ha crecido el perímetro de su coeficiente mental y se ha colocado en 76, una cifra que raya el suficiente y que le permite pasar, por méritos propios, de la inferioridad cerebral a la conquista del fundamento, es decir, de la vida a la muerte. La fiscalía ya se ha puesto en marcha. Pide la revisión de la condena y la inmediata ejecución. Como en las fábulas, ya saben. La cigarra y la zorra no han de quedar sin su castigo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_