Un Madrid optimista
El equipo de Luxemburgo prosigue su escalada con una cómoda victoria sobre el Espanyol
Arrigo Sacchi, el hombre que hizo de la defensa un arte, probablemente observó con algún desagrado un partido amable para los espectadores. Lo ganó el Madrid, más eficaz que el Espanyol en la definición, sublime en el gol de Zidane, autor de una gran jugada en todos los conceptos: el control tras el largo pase de Beckham, el regate inapelable a Ibarra y el zurdazo. La pelota entró como un obús por la escuadra, celebrada con ovaciones por la hinchada, que le guarda especial afecto al jugador francés. Fue el primer tanto de un encuentro con pocos goles para el altísimo número de ocasiones que tuvieron los dos equipos. Partido de grandes detalles en el juego de ataque y de graves carencias defensivas en los dos equipos: el Madrid dio toda clase de facilidades a De la Peña, sensacional en varios pases que se filtraron sin oposición entre la defensa. Pero la respuesta final del Españyol fue decepcionante, aunque se encontraron con la coartada de Casillas, milagroso en dos tiros de Ito y perfecto para cerrar los ángulos.
REAL MADRID 4 - ESPANYOL 0
Real Madrid: Casillas, Michel Salgado, Helguera, Samuel, Roberto Carlos; Beckham (Solari, m. 67), Figo, Guti, Zidane (Gravesen, m. 55); Raúl (Owen, m. 76) y Ronaldo.
Espanyol: Kameni; Ibarra, Lopo, Jarque, Domi; Soldevilla, Ito; Maxi (Amavisca, m. 80), De la Peña, Serrano (Corominas, m. 60); y Dani (Jonathan, m. 76).
Goles: 1-0. M. 13: Zidane por la esquina izquierda del área, hace dos regates y dispara con la izquierda a la escuadra. 2-0. M. 29. Raúl aprovecha el rechace de un disparo de Figo. 3-0. M. 75. Centro de Solari, que desvía Raúl. 4-0. M. 84. Disparo colocado de Gravesen desde la media luna del área.
Árbitro: Rodríguez Santiago. Amonestó a Figo, Helguera y Guti.
80.000 espectadores en el Bernabéu.
Como fue un partido sin ningún rigor defensivo, el fútbol tuvo un aire festivo poco habitual. El Madrid giró alrededor de Guti, de regreso a la titularidad. Irreprochable en la construcción, Guti no logró imponerse en el capítulo defensivo, ventaja que aprovechó De la Peña para tirar de repertorio. Sin nadie que le apretara, De la Peña se encontró en una posición donde tiene pocos rivales en el fútbol. Siempre conecta con el delantero mejor perfilado para el remate, con una precisión casi escandalosa. Son pases secos, incontestables, de una belleza que obliga a preguntarse por la sinuosa carrera de este jugador, quizá un jugador de otro tiempo. De la Peña tiene en el Españyol la consideración que necesita para ocultar sus defectos y acentuar sus cualidades. Es un jugador por fin aprovechado, algo que parecía imposible en su largo trayecto por las Ligas de España, Italia y Francia.
De la Peña estuvo a punto de complicar el partido al Madrid en el primer tiempo. Todo quedó en un amago. Casillas respondió con los reflejos que le caracterizan en dos remates de Ito., poco acostumbrado a resolver las oportunidades en el área. Eligió el trazo grueso -la potencia en lugar de la astucia- y no tuvo éxito. Al Españyol le faltó más contundencia que ocasiones mientras hubo partido, es decir, en el primer tiempo. El Madrid no desperdició sus oportunidades, como es habitual. Ni tan siquiera necesitó de Ronaldo, desafinado.
Luxemburgo repitió fórmula, con la única variación en el pivote central. Salió Guti y se sentó Gravesen, que tuvo su oportunidad en el segundo tiempo. Marcó el cuarto gol con un excelente remate, de una sutileza considerable. También ingresaron Solari y Owen. Lo hicieron por Zidane y Raúl. En el ambiente quedó la impresión de que Luxemburgo comienza a implicar a 14 o 15 jugadores en su proyecto de equipo, y ésa es una estupenda noticia para el Madrid, donde hasta ahora existía un sistema de castas que otorgaba toda la responsabilidad a las estrellas y sometía a los suplentes a un estado de postración. El público lo festejó especialmente con la aparición de Solari, convertido en un héroe sentimental. Si Gravesen contribuyó al resultado con un excelente remate, Solari participó con un fenomenal centro que aprovechó Raúl como en sus mejores días. Surgió en el área para dejar la pelota en la red.
Si los goles tienen algún valor terapéutico, Raúl está de enhorabuena. Marcó dos tantos. El Madrid, que ha dado muestras de desánimo durante muchos meses, comienza a atravesar una fase de optimismo. Hasta Samuel parece más confiado y firme. Uno a uno, sus jugadores comienzan a salir de la depresión, como si se sintieran cómodos con una fórmula que tiene de especial la libertad de Figo para moverse por todos los frentes y el estricto cumplimiento que hace Beckham de las órdenes. Ya no hay una bicefalia en la distribución del juego: Beckham ayuda defensivamente al medio centro, pero en el juego de ataque participa fundamentalmente desde la derecha, muchas veces para cruzar la pelota al otro costado y casi siempre ocasiones para proteger las incursiones de Michel Salgado. La sensación de comodidad comienza a ser predominante. Sólo quedó la sospecha de la débil prestación defensiva del primer tiempo, maquillada por una victoria incuestionable.
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