Solución fatal
Alicante es, hoy, una ciudad deshilachada, desvaída, se lo dice el sociólogo al cronista, y echa mano de datos, para contrastar sus apreciaciones. Pero no hacen falta: una vuelta sosegada y atenta por calles, barrios, plazas, instalaciones y dependencias públicas es suficiente para observar tanto déficit social y urbanístico, como padece de unos años aquí. La indiferencia, la apatía, los intereses turbios, la dejación, y tantas otras cosas, son pretexto, excusa y hasta estrategia muy propios de la derecha y aún de la derecha extrema, para justificar su rapacidad y su incapacidad de gestión, y de paso ocultar la crisis de su partido. Entonces, ponen sobre la mesa de los sacrificios al chivo expiatorio de turno: los inmigrantes sin papeles. El concejal y portavoz del grupo popular en el Ayuntamiento de Alicante, Pedro Romero, ha puesto a los argelinos o más propiamente a la nueva línea marítima que los transportará semanalmente de Orán a nuestro puerto. De las opiniones de Pedro Romero, "disculpas" posteriores incluidas, se desprende que no hay mejor argelino que el argelino sin barco: así ni se pasa el trago de la visualización del pobre, del moro y del musulmán. Según el dicho edil "esta situación daría paso a un aumento del gasto público del Ayuntamiento", con el colapso, entre otros servicios, de los sanitarios y escolares. Pero por mucho que se obstine, en manera alguna, tampoco podrá culparlos de los más de 25.000 millones de las antiguas pesetas que faltan en las arcas municipales y que debemos abonar entre todos y cada uno de los alicantinos, sin saber nada bien a quién ni por qué, ni del progresivo endeudamiento de la Ciudad de la Luz, que ya va por los 40.000 millones también de antiguas pesetas, sin entrar en otras cuestiones igualmente agusanadas. Por otra parte, y de acuerdo con Carlos Gómez Gil, profesor asociado y director del Seminario Permanente de Inmigración de la Universidad de Alicante, Argelia ocupa la sexta posición, con 2.129 personas empadronadas en la ciudad, y bastantes de ellos trabajaron en, en el sector doméstico, y condiciones precarias y clandestinas, para altos cargos conservadores, ¡qué cinismo! ¿A qué pues tanto y tan inoportuno exabrupto? Dadas las lamentables fechas, en que se producen estas opiniones, cuando menos sospechosas de xenofobia, no es extraño que la oposición, aunque con cierta tibieza, haya condenado al portavoz municipal del PP calificando sus declaraciones, y sus actitudes, de racistas y otras irresponsabilidades.Por su parte, Óscar Llopis, secretario de la UGT en L'Alacantí no pudo ser más expresivo: "Estas declaraciones nos devuelven a una época en la que Romero se desenvolvía bien, pese a la falta de libertades". Y Salvador Roig, de CC OO acuñó las palabras del edil de "barbaridad institucional". Pero hasta sus propios jefes lo han puesto en la picota. Francisco Camps manifestó: "Ha sido y es una suerte que haya venido tanta gentes de fuera a poner en marcha proyectos económicos en nuestra Comunidad".Y José Joaquín Ripol, presidente provincial del PP, sólo dijo que Romero había opinado "a título personal". Pero no hay inocencia ni gratuidad. Contemplen al alcalde de El Egido, al Romero, al Acebes, ¡Qué galería de jetas!
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