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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El efecto bumerán perverso

La historia de las ideas, los conceptos y las expresiones políticas pone siempre un amplio repertorio normativo y analítico a disposición de quienes se enfrentan con sistemas opresivos y necesitan herramientas morales y conceptuales para combatirlos. Los movimientos de oposición a los regímenes comunistas del bloque soviético apelaron a la sociedad civil durante las décadas de los setenta y los ochenta, a la vez como meta ideal y como agente histórico para sus combates. En esos años se produjo asimismo una inédita convergencia entre los disidentes de la Europa del Este, que desafiaban a los regímenes autoritarios del llamado socialismo real en nombre de la libertad, y los movimientos pacifistas de Europa occidental que denunciaban la guerra fría, postulaban el desarme nuclear y practicaban el diálogo por encima de las fronteras nacionales. Finalmente, también en América Latina la oposición a las dictaduras militares recurrió a la sociedad civil con ese doble sentido prescriptivo y descriptivo.

LA SOCIEDAD CIVIL GLOBAL

Mary Kaldor

Traducción de Dolors Udina

Tusquets. Barcelona, 2005

238 páginas. 16 euros

Mary Kaldor -actualmente profesora en la London School of Economics- analiza la literatura relacionada con una vieja expresión latina -societas civilis- cuyos precedentes conceptuales se remontan hasta la politike koinona de la filosofía griega. Los elementos definitorios de las teorizaciones contractualistas de Adam Ferguson y la Ilustración escocesa fueron el imperio de la ley, la seguridad pública y la solución de los conflictos mediante la negociación y con exclusión de la violencia; de Hegel procede la idea de la sociedad civil como espacio intermedio entre el Estado y la familia ocupado por las relaciones económicas y asociativas. Tal vez el rasgo más significativo de las diversas elaboraciones de esa rica tradición sea la visión de una sociedad pacíficamente gobernada a través de acuerdos entre los individuos y los centros de autoridad política y económica gracias a un proceso deliberativo de consenso iniciado desde la base y mediado por una tupida red de asociaciones voluntarias de intereses, cooperativas o altruistas.

Pero esa reinvención de la

sociedad civil descubierta a finales del siglo XX por los disidentes del mundo comunista, los movimientos pacifistas occidentales y los opositores a las dictaduras encerraba una potencial novedad respecto a sus fuentes inspiradoras. Porque las versiones clásicas del modelo se hallaban inextricablemente asociadas al marco territorial del Estado soberano (y luego de los imperios y los bloques): el precio a pagar por los beneficios derivados de la paz interior (y de las prestaciones sociales y económicas en las variantes del Estado de bienestar) era el compromiso de los ciudadanos de empuñar las armas frente a la amenaza exterior. Las contribuciones de Václac Havel, Adam Michnick, George Konrad o Jacek Kuron a esa tradición no fueron sólo reconceptualizaciones como la antipolítica, la polis paralela o el poder de los sin poder. Mary Kaldor sostiene que durante los "felices noventa" posteriores a la caída del muro de Berlín, el avance de la tercera ola democratizadora en todo el mundo y el final de la guerra fría a causa de la ruptura de la Unión Soviética abrieron perspectivas ciertas para la creación de una sociedad civil global.

El diseño de esa incoada sociedad civil global no implica la creación de un Estado mundial paralelo, sino sólo el afianzamiento de las instituciones internacionales, la interconexión de las corporaciones transnacionales, la renuncia de los Estados singulares -depositarios en última instancia de la soberanía- al unilateralismo, la expansión de las redes de las ONG, la instalación por encima de las fronteras de asociaciones voluntarias de todo tipo y la comunicación simultánea entre individuos que la tecnología informática hace posible. Ciertamente, las ONG no tienen voto, pero disponen de voz. De ahí que la sociedad civil global proporcione un vehículo alternativo de deliberación capaz de transmitir las opiniones y de proteger los intereses de los individuos y no sólo de los Estados.

Pero el rebrote de los nacionalismos identitarios, el fortalecimiento de los fundamentalismos religiosos y la guerra contra el terrorismo a escala mundial declarada por Estados Unidos tras el atentado del 11 de septiembre debilitan las esperanzas depositadas en esa imaginada sociedad civil global impulsada por la universalización de la democracia, el multilateralismo de las relaciones internacionales y la lucha por la paz. "Cuando escribo estas líneas [en vísperas de la guerra de Irak] las perspectivas son lúgubres: probablemente nos encontramos en el momento más peligroso en la vida de los que nacimos", afirma la autora, "después de la Segunda Guerra Mundial". A diferencia de lo que sucede cuando la sociedad civil de un país utiliza la ley internacional para importar -desde fuera- la democracia y los derechos humanos, ese efecto bumerán benéfico se transforma radicalmente y cambia de signo para producir consecuencias perversas si las acciones militares desencadenadas con el fin de suprimir una red terrorista sólo consiguen producir más terror.

Multitudinaria manifestación en Madrid contra la guerra de Irak el 15 de  febrero de 2003.
Multitudinaria manifestación en Madrid contra la guerra de Irak el 15 de febrero de 2003.BERNARDO PÉREZ

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