El triunfo de la mentira
Desde que se sabe que la verdad no existe, la mentira triunfa. No son el aspecto positivo y el negativo de algo: pero la mentira ocupa el vacío que deja la verdad. La verdad es, por lo menos, inescrutable e inenarrable: no tenemos datos, ni en la ciencia ni el amor. No creemos ni en nuestro propio cuerpo. Para contar el suicidio de una farmacéutica en provincias, Flaubert necesitó un extenso libro, rebatido por los jueces y que desde entonces produce críticas, exégesis, ampliaciones, comentarios: lo narrado parece insuficiente para describir toda la verdad. En un periódico serían catorce o quince líneas, dependiendo de la necesidad de cubrir otras noticias del día, de la publicidad. Sería una falta a la verdad total: toda noticia falta a la verdad total. Otra cosa sería inventar sobre el suceso: mentir. Conocí un periodista que se inventaba la lista de los premios de la Lotería. Eso es la mentira creada, fabricada. "Mientes más que La Gaceta", se decía ya en el siglo XVIII español. Rodríguez Marín cree que se refería a los "papelejos periódicos" que inventaban lo que publicaban. José María Iribarren, que lo cuenta, refiere el refrán a La Gaceta de Madrid: "Porque los gobiernos no tenían escrúpulo alguno en mentir de la manera más descarada desde sus columnas". Todo ha pasado ya antes. Hoy ya se sabe que los gobiernos mienten y los periodistas transportan sus mentiras. Los que menos mentimos somos los periodistas llamados de opinión porque nos identificamos: yo soy rojo, yo soy ateo, y desde que lo sabe el lector no se engaña con mi opinión. Más fastidiosos, los que niegan lo que son o lo ocultan: si se dicen neutrales u objetivos, están mintiendo desde ese momento.
Bush mintió al dar por probada la existencia de bombas terroríficas y la localización del terrorismo en un país inocente: mintió con una guerra trágica. Pero fue reelegido. Aznar mintió con las mismas palabras reiteradas, y además sobre el atentado de Atocha: algo pagó. Poco. No ha caído en el fango, ni él ni su partido: está sólo seis puntos bajo su rival socialista. Es el misterio de la nueva mentira: cuando se sabe, no pasa nada, o pasa menos de lo que sería lógico.
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