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Reportaje:

Miedo a volver a casa

Angustia entre los desalojados por el socavón del metro de Barcelona

Vuelta a casa, pero a medias. La tan esperada vuelta a la normalidad con el regreso a sus casas de 360 personas de las 1.054 desalojadas el pasado jueves en el barrio del Carmel, de Barcelona, debido al hundimiento de las obras de ampliación de la línea 5 de metro, no se hizo. La de ayer fue una jornada de idas y venidas desde los hoteles en los que han vivido esta semana hasta sus domicilios. De asambleas previas -algunas muy caldeadas-, de maletas de un lado a otro, de trasiego de microbuses que trasladaban a los afectados de las viviendas situadas en el perímetro más alejado del cráter que se abrió sobre el túnel.

Caras que, en definitiva, distaban mucho de reflejar tranquilidad. "Cómo vamos a estar si nos dicen que ya está todo controlado pero la verdad es que no sabemos qué ha pasado, y lo que es peor, qué puede volver a pasar. No tenemos garantías", repetía Pepita Trenado, una vecina del número 68 de la calle de Sigüenza. Ayer regresó a su casa, unos bajos: "Ahora ya no son grietas en los tabiques, ahora han salido en las paredes de carga", remachaba. Como ella, un centenar de vecinos se negaron a quedarse en sus domicilios a pesar de que se les habían entregado tres certificados de, en teoría, garantía.

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Uno de los certificados es sobre el subsuelo, otro describe los daños en la vivienda -si los tenían- y un tercero trata del estado del edificio en su conjunto. Parte de los desalojados se quejaban de que carecían de alguno de esos informes. Y sin ese mínimo se negaban en redondo a volver a sus domicilios.

Pero no todos pensaban igual. Rosina, con las maletas y la cesta del gato a sus pies frente al portal de su casa, en el número 27 de la calle de Bernat Bransi, no mostraba mucha preocupación: "Yo lo que quiero es instalarme de una vez. Mi casa está bien y me he sentido atendida durante estos días. De todas formas creo que a partir de ahora me dejaré una bolsa preparada", subrayaba con cierta ironía respecto al futuro.

Otro frente del escenario de angustia en el que se ha convertido el barrio en la última semana es el de los comerciantes: más de 50 tiendas tuvieron que bajar la persiana. Sus dueños batallan ahora para lograr indemnizaciones que compensen la falta de ventas, mientras que tienen que seguir pagando a los empleados. Tampoco ellos ven claro el regreso. María Pilar Herrera tiene una tienda de moda frente al socavón y asegura que no la reabrirá hasta que le garanticen seguridad: "La de lo mío, la de que no se me caiga la casa y la de la calle, por donde pasan las clientas".

Los corros en las puertas de los inmuebles a los que los desalojados regresaban ayer eran constantes en el Carmel. Es un barrio con ambiente de tal, en el que el vecindario se conoce y se saluda. En el que a la una y media de la tarde la actividad se detiene para almorzar, incluidos algunos bares. Un barrio en el que la quiosquera saluda por su nombre a gran parte de la clientela.

Esta clientela ayer se mostraba más solidaria que nunca porque las hermanas que regentan el quiosco se han quedado sin casa. Vivían en el número 10 del pasaje de Calafell, que ayer acabó de sucumbir bajo la piqueta. Era la finca contigua al garaje que se tragó la tierra, y fueron las primeras en ser desalojadas el martes pasado. "Es que no tenemos nada. Es que falta de todo. Es que lo que quieres es tu casa...", resumía Carmen. Esta mujer, pese a todo, con una chispa de optimismo explicaba que por la noche los bomberos habían podido recuperar muchos enseres de su piso.

Vecinos de la calle de Bernat Bransi, en el Carmel, cuando regresaban a sus domicilios.
Vecinos de la calle de Bernat Bransi, en el Carmel, cuando regresaban a sus domicilios.TEJEDERAS

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