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Euskadi no es una comunidad nacional

Ni siquiera en sus momentos de máxima exaltación patriótica hubiera soñado un nacionalista vasco en definir a Euskadi como una "comunidad nacional". No se hubiera atrevido a tanto. Porque una cosa es que Euskadi sea una nación, pero hasta Ibarretxe reconoce que en su seno coexisten diversos sentimientos de pertenencia nacional. Y, sin embargo, eso lo que propone nada menos que el Partido Socialista de Euskadi-Euskadiko Ezkerra en ese avance de nuevo Estatuto que presentó hace ya semanas (¿recuerdan?). Descartado que ello se deba a un ataque virulento de abertzalismo, sólo puedo atribuirlo a una escandalosa indigencia conceptual en lo teórico, que ha coincidido temporalmente con la decisión de entrar en la puja terminológica nacional para ver de atraer así al electorado vasquista.

Al final, los conceptos acaban atrapando en sus redes a los incautos que juegan con ellos
¿Se ha molestado el PSE en indagar qué significa exactamente el término 'comunidad nacional'

Resultaba que el término "nación" lo reclaman los nacionalistas vascos, el de "nacionalidad" queda un poco demasiado constitucionalista (hasta el PP lo utiliza), así que nos apuntamos al de "comunidad nacional", que suena nuevo y además ha sido mencionado por un maestro como Francisco Rubio Llorente. ¿Se han molestado nuestros socialistas en indagar qué significa exactamente este término y en qué sentido lo ha propuesto el ilustre presidente del Consejo de Estado? Es obvio que no, como expongo a continuación.

José Luis Lizundia, con mucha razón, mencionaba hace días la progenie austromarxista del concepto de comunidad nacional, que fue acuñado por Karl Renner, el socialista que llegó a presidente de Austria. Y, con la misma razón, rechazaba su demonización por la circunstancia de haber sido utilizado reiteradamente por las leyes fundamentales franquistas. Sin embargo, Lizundia no aclaraba en dónde radicaba la especificidad del concepto de comunidad nacional por relación al término más usual de nación, y ése es precisamente el punto trascendente en la doctrina de Renner.

Expuesto en pocas palabras, la comunidad nacional era para este autor el conjunto de personas unidas por un mismo sentimiento de pertenencia cultural y de herencia. Estas comunidades nacionales, precisamente por estar dispersas y entremezcladas en el imperio austrohúngaro y, por ello, carecer de una adscripción territorial concreta homogénea, sólo podían organizarse como comunidades personales voluntarias para de esa forma obtener su autonomía dentro de un Estado plurinacional. A diferencia de la nación o el Estado, que se fundan en el principio de territorialidad, la comunidad nacional podía convivir con otras comunidades en un mismo territorio, precisamente por su carácter personal y voluntario.

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En este sentido personal, nunca territorial, es como utiliza el concepto Rubio Llorente cuando afirma que en España conviven varias comunidades nacionales (por lo menos la española, la catalana, la vasca y la gallega), y que ninguna de ellas puede arrogarse en exclusiva el territorio del Estado. Y, de la misma forma, sentencia que ninguna comunidad nacional puede arrogarse el territorio de alguna de las actuales comunidades autónomas, pues en todas ellas coexisten personas que pertenecen a diversas comunidades nacionales.

El Estado, la nación, la comunidad autónoma, la región, son conceptos de índole territorial. La comunidad nacional es un concepto personal. Aplicarlo a los entes territoriales es una grosera incorrección y Rubio Llorente desautoriza expresamente esa tentación. Las comunidades autónomas actuales no pueden denominarse comunidades nacionales, esto sería absurdo.

Sólo un nacionalista español autoritario como Franco pudo afirmar que España era una comunidad nacional, puesto que ello implicaba borrar de la existencia a las comunidades no españolas. Y sólo un nacionalista irredento podría decir que Euskadi es una comunidad nacional, cuando es obvio que, como mínimo, coexisten en su seno dos comunidades nacionales diversas (aunque para muchos de lealtad compatible). Pero que lo afirme el PSE resulta sencillamente increíble. Por mucho que el socialismo haya perdido sus referentes ideológicos clásicos, su despiste no puede llevar a tamaños dislates.

Bueno, está bien, no se ponga usted tan quisquilloso con los términos, pensará más de uno. Al fin y al cabo se trata de ganar en las urnas al PNV y para eso hay que utilizar palabras seductoras al vasquismo sociológico, aunque no sea con demasiada pulcritud intelectual. Lo que cuenta en política es el atractivo de los términos, no su exacto contenido. Puede parecer así, aunque creo que a la larga la cuestión no es tan sencilla. Los conceptos no pueden utilizarse con ese alegre relativismo porque al final siempre acaban atrapando en sus redes a los incautos que juegan con ellos. ¿O es que creen que afirmar que Euskadi es una comunidad nacional carece de consecuencias a largo plazo? Quien tal cosa afirma ahora, se verá en el futuro obligado a cumplir con el contenido real de su atrevida profecía. Es decir, la partícula "es" de su discurso, inexacta hoy en el plano descriptivo, adquirirá un valor prescriptivo: Euskadi "deberá ser" una comunidad nacional. Y a ese fin constructivo deberán dedicarse los esfuerzos del Gobierno. Lo mismo que sucedió cuando se afirmó en el Estatuto que el euskera "es la lengua propia del pueblo vasco": que el ser, que como connotativo era inexacto, se convirtió en un ser preceptivo, en un "debe ser".

En cualquier caso, y con independencia del desafortunado uso de una concreta expresión, lo que verdaderamente asombra en el socialismo es su renuncia a definir el sujeto político en términos de ciudadanía, en términos políticos. Que acepte resignadamente definir ese sujeto en términos de nacionalidad, sea cual sea el elegido concretamente (nación, nacionalidad, comunidad nacional, etc.). Que asuma de esta forma el paradigma nacionalista o comunitarista de comprensión de las sociedades humanas, tan distinto del paradigma republicano y secular que le era propio hasta anteayer, y según el cual Euskadi sólo podría ser una comunidad política de ciudadanos de cualquier identidad que desean hacer efectivos en su convivencia unos valores superiores de libertad, igualdad y solidaridad. Esto sí que es asombroso.

José María Ruiz Soroa es abogado.

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