Los países árabes alaban el proceso pero temen el ascenso chií
Teherán se alegra de la participación de sus correligionarios
Los escasos responsables árabes que han reaccionado tras la celebración de las elecciones en Irak las han descrito, generalmente, como un paso positivo. Más allá de esta reacción formal, la emergencia de un segundo poder chií en Oriente Próximo, después de Irán, inquieta a los regímenes suníes vecinos y la prensa oficialista deja entrever esta preocupación. En el vecino Irán, en cambio, el desarrollo de los comicios es motivo de regocijo.
"Lo que vimos ayer [domingo] en Irak es algo positivo", declaró a la cadena CNN el rey Abdalá de Jordania, y en términos casi idénticos se pronunciaron, por ejemplo, un portavoz del Consejo consultivo saudí (Parlamento cooptado) o la Liga Árabe en un comunicado difundido en El Cairo.
De la lectura de la prensa árabe, de las declaraciones de algunos intelectuales y de las confidencias de varios diplomáticos se deduce, sin embargo, que la elección iraquí preocupa a sus vecinos por tres motivos.
Por mucho que haya perdido una batalla, la insurgencia suní vinculada a Al Qaeda no ha sido derrotada. La violencia persistirá en Irak y su onda expansiva seguirá afectado a toda la región.
"Ni siquiera los responsables norteamericanos creen que estas elecciones reinstaurarán la seguridad y la estabilidad en el país que ocupan", escribía ayer el diario Syrian Times, el único periódico de Damasco que las comentó. Pese a que acudieron a las urnas bajo la atenta mirada del Ejército estadounidense, las votaciones han sido relativamente libres, mucho más que las que se celebran en países vecinos como Siria, Jordania o Egipto.
Este insólito ejercicio democrático en un país árabe, que se desarrolló tres semanas después de las elecciones palestinas, puede tener repercusiones en toda la región, aunque muchos de sus dirigentes no lo deseen. Con su acostumbrado lenguaje simplista, el primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, dijo ayer en voz alta lo que desean muchos responsables norteamericanos y británicos. Lo sucedido en Irak, declaró Berlusconi, puede ser "contagioso" y ayudar a los árabes a "salir de la Edad Media".
De ahí la insistencia de la prensa oficialista árabe en mermar la importancia del acontecimiento iraquí argumentando que el país está sometido al yugo de EE UU. "Dudo de que sirvan de modelo (...) por la simple razón de que esas elecciones se desarrollaron bajo ocupación y que la idea de la dignidad en la región es más importante que la de la participación", declaraba el analista egipcio Abdel Halim Qandil a la Reuters.
Pero el principal motivo de preocupación para las repúblicas y las monarquías árabes suníes fronterizas de Irak es el surgimiento de un poder chií en Bagdad tutelado por Teherán. La mayoría de la población de una de las monarquías del Golfo, Bahrein, es chií. En Arabia Saudí hay también una importante minoría de la misma confesión y en Líbano los seguidores del imán Alí son el grupo más numeroso. Un futuro eje Teherán-Bagdad puede resultarles atractivo.
"La victoria de Sistani", titulaba ayer en primera página el rotativo cairota Nahdat Misr, recordando que la alianza electoral ganadora en Irak está respaldada por ese ayatolá chií, con nacionalidad iraní, y su cabeza de lista es Abdel Aziz al Hakim, que vivió largos años exiliado en Teherán y cuyo partido fue financiado por Irán.
En algunas capitales árabes han surgido voces, como la del portavoz del Gobierno jordano, Asma Khodr, instando a no marginar a la minoría suní de Irak aunque apenas haya acudido a las urnas.
En Teherán, en cambio, la elevada participación y el previsible resultado suscitan "satisfacción", según el portavoz del Ejecutivo, Abdolá Ramezanzadé. En línea con algunos periódicos occidentales, la prensa iraní subraya el "fracaso de la amenaza terrorista" en Irak. Para muchos responsables iraníes, la apertura de las urnas no ha sido un gesto magnánimo de EE UU, sino una victoria del clero chií. "Estas elecciones nunca hubiesen sido posibles sin el poderío de la autoridad religiosa", enfatizó ayer el ex presidente Rafsandjani.
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