Respuesta en las urnas
Contra las bombas, el voto. Ésa parece haber sido la respuesta que han dado los iraquíes al acudir en gran número a las urnas en las elecciones celebradas ayer bajo condiciones de seguridad sumamente precarias. Más de una treintena de muertos fue el saldo de la serie de atentados perpetrados a lo largo de la jornada (también los hubo la víspera) por fanáticos seguidores de Al Zarqaui, el terrorista jordano considerado jefe de Al Qaeda en Irak, que había amenazado con reventar el proceso. La participación fue muy superior a la prevista, gracias a la afluencia masiva de la mayoría chií y de la minoría kurda. En las provincias de etnia suní (la quinta parte de la población) hubo una elevada abstención, pero no pocos desoyeron el boicoteo de sus líderes políticos. Todo ello dice bastante sobre la valentía de quienes acudieron a votar desafiando el peligro con la esperanza de que su país conozca algún día la paz y la libertad.
Se calcula que votaron más de ocho de los 14 millones de personas censadas, según las estimaciones oficiales, lo que supone un índice de participación superior al 60%. El dato hay que tomarlo con mucha cautela (en un primer momento se anunció una participación del 72%) ante la escasa presencia de observadores internacionales, pero supone en todo caso un gran éxito. Prácticamente abrieron todos los colegios y apenas se registraron irregularidades. El representante del secretario general de la ONU calificó de transparente el proceso, cuyos resultados tardarán en conocerse.
Cierto es que estas elecciones no resuelven el nudo central de la crisis. Sin embargo, estimulan a los propios iraquíes a convencerse de que son ellos quienes deben encontrar por sí mismos la solución política a su drama. Pero para ello habrá que desarrollar fórmulas que impliquen de lleno a la comunidad suní en la negociación de la futura Constitución más allá de su probablemente escasa representación en la Asamblea Nacional. Será ésa la principal y tal vez la única vía para acabar con la insurgencia, alentada en buena parte por los dirigentes políticos y religiosos suníes, frustrados por haber perdido el control que tuvieron durante el régimen de Sadam.
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