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Crítica:CLÁSICA | Grigori Sokolov
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Como una ola de fuerza y luz

Con un tono de prudencia, pero sin ocultar cierto alborozo, el Ciclo de Grandes Intérpretes ha querido celebrar su décimo aniversario reuniendo para la ocasión a cinco de sus pianistas habituales: Sokolov, Pollini, Zimerman, Brendel y Zacharias. No están nada mal los pilares, desde luego. Con el primero de ellos ha abierto la serie anteayer y con el último la cierra. Sokolov firma así su séptima actuación en unas convocatorias que él mismo inauguró y Zacharias se situará en la décima. Son dos iconos del ciclo. Como los otros tres artistas citados.

Con Sokolov se produce una identificación especial ligada en cierta manera a que se apostó por él en 1996 cuando aún no estaba, como ahora, en los altares. Nunca ha defraudado, aunque si tuviese que elegir una de sus actuaciones sería seguramente la de la tercera edición, el 31 de marzo de 1998, con obras de Rameau, Beethoven y Brahms. Anteayer se lanzó de entrada a la Sonata 22 en la mayor, D959, de Schubert, para desplegar posteriormente, ya en la segunda parte, una selección de impromptus, nocturnos y fantasías de Chopin.

X Ciclo de Grandes Intérpretes

Grigori Sokolov. Obras de Schubert y Chopin. Organizado por la Fundación Scherzo, con el patrocinio del diario EL PAÍS. Teatro Real, X Ciclo de grandes intérpretes, 24 de enero.

Sus lecturas no fueron, evidentemente, convencionales. Sokolov es un intérprete de gran personalidad, de los que sacan a la luz aspectos o enfoques muy particulares de las partituras. Tiene energía, mucha energía, y un cierto ensimismamiento en lo que hace. Cautiva o produce distanciamiento, según la receptividad del que escucha, pero nunca deja indiferente. Su Schubert, por ejemplo, estuvo más próximo al sufrimiento -especialmente en el andantino- que a la contemplación, a la ética que a la estética. En realidad, tuvo otro tipo de estética, menos complaciente de lo habitual. Y ello catapultaba su interés. De Chopin destacó su lado constructivo, su, llamémosle así, misterio. Y la capacidad torrencial en la manera de afrontarlo. Importa poco una borrosidad ocasional ante el despliegue de unas arquitecturas tan elocuentes como arrebatadoras. Fantasía: quizás sea la palabra que mejor se ajusta a las versiones de Sokolov. Pero es una fantasía interiorizada, llena de conflictos, de fuerzas en oposición, de búsqueda de una utópica sensación última de verdad. Generoso, singular, imaginativo, galáctico pianista.

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