_
_
_
_
Crónica:
Crónica
Texto informativo con interpretación

Una cresta en la madurez

Romero, clave en la selección de balonmano, que hoy juega con Suecia en el Mundial, tiene un acuerdo publicitario con una cadena de peluquerías

Cuando alguien le pregunta si es una contradicción ser más maduro en todos los sentidos y aparecer en el Campeonato del Mundo de balonmano, en Túnez, con una cresta amarilla como peinado, Iker Romero, vitoriano, de 24 años, se pone serio: "Me lo han insinuado muchas veces. Pero no tiene nada que ver". Lo cierto es que en cada gran competición suele cambiarse el look. La cadena de peluquerías Marco Aldani le ofreció esta vez un contrato para ser su imagen pública: "Me dieron a elegir entre tres posibilidades y escogí la más discreta. Así que ya puede imaginarse como eran las demás...".

Lateral izquierdo incuestionable en la selección española y central en el Barcelona, Romero ha tenido un cambio espectacular en poco tiempo. Inició su carrera en el Valladolid de la mano del ahora responsable del equipo nacional, Juan Carlos Pastor; la prosiguió en el Ademar León, con Manolo Cadenas, y fichó después por el Ciudad Real, con Juan de Dios Román. Salió mal de allí en 2003, cuando Valero Rivera le ofreció irse al Barça. Este curso se entrena con Xesco Espar. Y el próximo, aunque no puede reconocerlo, jugará otra vez en el Ciudad Real a las órdenes de Talant Duishebáev.

Más información
España derrota a Suecia en su primer compromiso serio

"Con casi todos los técnicos he mejorado y crecido, aunque algunos no me han aportado nada", afirma Romero sin resentimiento; "soy también un poco el producto de mi reflexión, de ver cómo debo jugar, de comprobar mis puntos fuertes e ir adquiriendo experiencia. Ahora veo este deporte de forma distinta. Antes todo era tirar. Si metía goles, estaba contento. Si no, tenía problemas. En el Barça he comprendido que es más gratificante construir un gol para el compañero que marcarlo tú mismo".

Ése era uno de los aspectos que más se le criticaba. Romero era un egoísta que buscaba la situación para el lanzamiento aunque tuviera que forzarla. Y eso le llevaba a cometer errores, a perder balones, a hacer faltas... "Debe madurar", decían. Y era verdad. Tenía una cualidad innata para el disparo, pero abusaba. Así hasta que Espar le propuso que dirigiera al Barça dentro de la cancha: "Aquello me gustó y me ayudó a clarificar mis ideas. Debía conseguir que mis compañeros dieran lo mejor de sí mismos. Eso me llenaba".

Ahora sigue siendo uno de los mejores lanzadores y tiene una perspectiva distinta: ve las jugadas, está pendiente del pivote y de los extremos, controla facetas que antes apenas vislumbraba... Y Pastor tiene a un gran lateral. "Hasta ahí he llegado", concluye Romero; "mi cresta no influye. Si acaso, servirá para dar vida y color a la selección", cuyo rival de hoy, en la tercera jornada del Mundial, es Suecia.

Romero (a la derecha), durante el partido del domingo contra Japón.
Romero (a la derecha), durante el partido del domingo contra Japón.EFE

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_