Riquelme prosigue su sinfonía
El Villarreal supera claramente a un pésimo Valencia en un partido con cuatro penaltis
Pasaron el Madrid, el Barça y el Valencia por El Madrigal y los tres claudicaron ante el talento desbocado de Riquelme, que se ha convertido en el futbolista más determinante del campeonato: ocho goles y múltiples pases de gol. Ni siquiera necesitó ayer el as argentino tener una presencia tan avasalladora como tuvo ante el Barça. Le bastó aparecer cuando se le requería, en tres o cuatro fogonazos, como si tal cosa. El ambicioso plan del Villarreal, tejer y destejer pacientemente su fútbol de toque, empieza a verse recompensado. Y augura un precioso recorrido.
El Valencia dio una pésima impresión, una vez más, a pesar de las nueve jornadas que sumaba sin perder. No es que no hubiera acumulado méritos para ello. Pero ayer se topó con la verdadera crudeza que venía mostrando su fútbol, con la inexistencia absoluta de una idea de juego. El despropósito táctico del cuadro de Ranieri fue de campeonato, queriendo entrar toda la tarde por el centro, sin un mísero extremo que pisara la banda y sacara un centro. Sin capacidad de reacción. Todo el partido por detrás y a Ranieri no se le ocurrió más que sacrificar en el descanso al debutante Juanlu, que había suplido en la primera parte al lesionado Rufete, para que entrara Di Vaio y se amontonara más gente por el centro del ataque. Al joven Juanlu, por cierto, sus compañeros lo ignoraron de manera escandalosa: como si no existiera.
VILLARREAL 3 - VALENCIA 1
Villarreal: Reina; Javi Venta, Gonzalo, Peña, Arruabarrena; Josico, Senna; Font (Sorín, m. 62), Riquelme; Guayre (José Mari, m. 73) y Forlán (Cazorla, m. 88).
Valencia: Cañizares (Palop, m. 63); Carboni, Ayala, Caneira, Moretti; Rufete (Juanlu, m. 7, Di Vaio, m. 46), Albelda, Marchena, Fiore, Aimar; y Mista.
Goles: 1-0. M. 17. Riquelme, de penalti.
2-0. M. 45. Riquelme se abre camino por el carril del 10, se acomoda la pelota y dispara potente desde fuera del área.
2-1. M. 90. Aimar, de penalti.
3-1. M. 92. Riquelme, de penalti.
Árbitro: Iturralde González. Expulsó a Gonzalo (m. 90) por acumular dos tarjetas amarillas. Amonestó a Caneira, Cañizares, Peña, Senna, Marchena, Josico y Reina.
Unos 20.000 espectadores en El Madrigal.
Eso sí, en un conjunto tan defensivo como el Valencia, nadie se acordó de que a Riquelme se le debería atar en corto. Se movió a sus anchas. Y fabricó el segundo gol con total impunidad. Sobó el cuero hasta que quiso mandarlo a la portería. El cuadro de Ranieri nunca llegó al área local hasta que el Villarreal decidió escatimar esfuerzos y poner un ojo en el contragolpe. Y entonces surgió Reina, reclamado por su hinchada para la selección, consumado parapenaltis, portero en estado de inspiración. Con el de ayer a Di Vaio, lleva ocho penaltis detenidos, entre los cinco del curso pasado y los tres de éste, en el que empezó en la Intertoto ante el Atlético. Después, ya sin apenas tiempo, se lo marcó Aimar, la viva imagen de la frustración valencianista. Lo intentó todo, desde todos lados, pero a él le falta confianza y al equipo recursos ofensivos. Nadie se mueve. Los laterales -Carboni, a pie cambiado, y Moretti- no traspasan el medio del campo y los interiores tienden al centro. Puro embotellamiento físico y mental.
Concluido el partido, Riquelme buscó a su amigo Aimar y le dio un abrazo. Se marcharon agarrados al vestuario. Y pensando cómo ha cambiado todo para ellos. Su estado de ánimo. Tan exultante el de Riquelme, tan abatido el de Aimar, esa joya del fútbol argentino hace tres años, esa maravilla de la que se enamoró Maradona, que hoy navega en una mar de dudas, de inseguridades y de mensajes contradictorios de su entrenador. Distintas maneras de tratar el talento.
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