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SOMBRAS NADA MÁS | Carlos Castilla del Pino - psiquiatra y escritor

Este hombre no se aburre nunca

Juan Cruz

La noticia. Blas Matamoro se preguntó el miércoles en la presentación de Casa del Olivo (Tusquets, 2004), de Carlos Castilla del Pino (gaditano, cordobés, académico, 82 años): "Me descubrí leyendo un libro en el que se me contaban historias de psiquiatría. Y me dije: 'Psiquiatría, ¿por qué me interesa eso que no me interesa". Castilla asistía desde una esquina de la mesa, en la sala María Zambrano del Círculo de Bellas Artes, acariciándose su barba blanca, y apuntaba frases de los contertulios. Imaginé que había anotado que Magdalena Mora le señalaba la ausencia de mujeres en sus memorias ("¡es que entonces apenas había en la vida pública!"), que Juan Ángel Vela del Campo le hablaba de la felicidad como algo tardío ("la felicidad, es cierto, es estar de acuerdo con uno"). Y eso que dijo Matamoro ("hay páginas crueles, porque son inteligentes") imagino que lo subrayó varias veces. Al día siguiente hablamos con él, mientras desayunaba. A su lado, su mujer, Celia Fernández, nos susurró una definición del marido: "Una mirada atenta que va de lo intelectual a lo afectivo. Lo mira todo: un perro, un gato, el señor que trabaja en el portal...". Al final de la conversación le contamos una historia sin importancia, y él miraba como si la estuviera anotando. Su libro responde a esta curiosidad, y a la pregunta de Matamoro.

Dolor, olvido, risa. "¿Lo que más me costó contar en mis memorias? La descripción de la muerte de mis hijos; dos de ellos murieron ante mí... Y no, creo que no me he olvidado de contar nada importante que haya sucedido en mi vida. Lo que me dio más risa contar quizá fue la conferencia que dio el cura Gemelli ante el nuncio Antoniutti... Gemelli, un psiquiatra católico, hablaba ante un grupo de monjitas y de Ruiz-Giménez, entonces ministro... Y en un momento determinado utilizó la expresión falo paterno... ¡Para qué fue aquello! Le dijo Antoniutti: '¿¡Cómo se le ocurre, decir eso ante almas tan ingenuas!?".

Malentendido. "El malentendido aquel según el cual yo comparaba el dolor por la muerte de mis hijos con mi rabia porque no me dieran la cátedra me irritó... Son dos penalidades distintas. Una es por la muerte de seres queridos, en la que uno no se juega la vida porque ésta sigue, hay un duelo que regresa... Y la cátedra era una frustración que afectaba a mi ser, ahí me jugaba mi identificación... O no lo expliqué bien o no se me entendió bien".

Locura, fracaso. En el libro se cuentan episodios de fracaso. De uno de ellos, el amoroso, se despierta en 1984, en Santander, y de él es consecuencia su nuevo matrimonio con la profesora Celia Fernández. "La distorsión sectorial de una realidad (mi editora, Beatriz de Moura, me decía anoche que algunos escritores quieren ser, para sus ventas, como García Márquez) conduce al fracaso, pero si nos adaptamos a la realidad nuestro fracaso se convierte en triunfo... El fracaso que conduce a la locura no es el fracaso común... Es más bien el fracaso de ver que uno pasa por el mundo sin ser identificado... No hay receta para evitarlo porque uno se tiene que levantar del fracaso como quien se está ahogando y se tiene que salvar tirándose de sus propios cabellos".

Crueldad. "[Matamoro habla de la crueldad de algunas páginas]. Encuentro, por ejemplo, que con Pedro Laín no he sido cruel; he querido que fuera un ejemplo de cómo una persona que quiere ser de determinada manera desarrolló una estrategia equivocada para lograrlo. Y en este sentido Laín podría ser un ejemplo de cómo no se debe ser".

Seriedad. "Sí, me tomo las cosas en serio, pero es para no aburrirme. Decía Joyce que él no se aburría nunca; incluso si se encontraba con alguien aburrido se dedicaba a preguntarse cómo se podía ser tan aburrido. Y se distraía".

Un libro, una palabra. "Ya no impactan tanto los libros... Eso fue hasta los 18 años, Goethe, Dostoievski... ¿Y una palabra? Memoria... Ser recordado es la única forma de la inmortalidad".

Carlos Castilla del Pino.
Carlos Castilla del Pino.

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