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VISTO / OÍDO
Columna
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La séptima generación

"No ha llegado la paz, sino la victoria": Agustín González era el que decía esa frase, escrita por Fernán-Gómez en Las bicicletas son para el verano, y, antes, por los vencidos en el suave rumor de sus conversaciones sigilosas. Era Agustín el personaje -Don Latino- que reprimía a Max Estrella: "No te pongas estupendo", cuando se excedía en sus delirios de la utopía española ácrata en Luces de bohemia, de Valle-Inclán. Un teatro vivo, combativo, reprimido a veces por el mismo teatro dominante de las empresas o los agentes culturales de las subvenciones. No sé cuántas comedias tiene Fernán-Gómez escritas pero sin estrenar.

Pienso, empecinado en lo mío y en lo que trato de desentrañar de la historia vista, leída y oída, que es verdad que la paz no llegó, y que todavía no creo en el final de la guerra. Ninguna guerra termina nunca para los vencidos y para sus continuadores, quizá hasta la séptima generación, como castiga la implacable Biblia. Ahora el católico español va separándose cada vez más de los Evangelios, que le quedan sólo para las oraciones repetidas sin sentido -"como reza el sacristán sus rezos", decía León Felipe-, pero se adhiere más al Antiguo Testamento: como Bush o como Sharon, digamos, para plantear de dónde viene el puritanismo liberal capitalista, que distingue al pobre como apartado de Dios y al rico como elegido por él.

Pasan más de siete generaciones, y cada grupo vencido sigue con la desgracia heredada. Escribo y veo en la terraza vecina la indita, no sé de dónde -Perú, Ecuador...- barriendo y ordenando, frotando los cristales, levantando los muebles. La señora le señala lo que ha dejado mal, la reprende con gestos, la insiste en que vuelva a hacer lo que ella creía ya hecho. Es natural: la señora lo ha hecho ella misma durante años, fumando un cigarrillo tras otro -también la he ido viendo cada día-, hasta que ha necesitado ayuda; la chica, casi niña, no lo habrá hecho nunca. ¿Cuántas generaciones han pasado desde que su raza perdió ante los porquerizos de Extremadura, convertidos en dioses militares por sus hambres? Y siguen siendo siervos: no aquí, sino en las que fueran sus tierras.

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