El Numancia también pesca en Riazor

Empezó como una difusa melancolía, la siguió una depresión con todos los síntomas y cada vez se va pareciendo más al pánico. El Deportivo vive amedrentado e hipocondriaco, como vencido por una sensación de fatalidad. Su miedo es tan grande que en cuanto cobra ventaja en el marcador, le entra un ataque de nervios. El pánico cobra una densidad especial en su propio estadio, donde el Depor no es capaz de ganarle a nadie. Ni siquiera al colista Numancia, que ayer pescó en Riazor su primer punto en campo ajeno desde que comenzó la Liga.

Pocos equipos más previsibles que este Depor irremediablemente abatido. Previsible hasta el hastío son su juego y sus planes para atacar al contrario. También sus errores. Ayer le costó un esfuerzo titánico hacerle un gol a un Numancia que se prestó a cualquier chiste sobre los resonancias históricas de su nombre. La Numancia futbolística que se levantó en Riazor resistió el asedio durante 75 minutos. El Depor la abatió con una escena cien veces repetida: entró Pandiani y la primera vez que tocó el balón fue para cabecear a gol. En lugar de serenarse, el cuadro de Irureta se puso histérico. Y por tercera jornada consecutiva permitió que el rival anulase su ventaja antes de cinco minutos. Cuando llegó el empate del Numancia, ya no quedaba partido y el Depor estaba con un jugador menos tras otra prueba de hasta dónde llega su estado anímico. César debió olvidarse de que ya estaba amonestado e hizo una entrada innecesaria que muy justamente le mandó a la ducha con media hora por delante. Ya nadie se salva del unánime tiritar del Depor, ni siquiera Molina, seguramente el futbolista más destacado del equipo desde el comienzo de curso, pero que ayer facilitó el empate del Numancia con una mala salida y un mal despeje.

El Depor se había peleado toda la tarde contra un adversario que, más que jugar, se apelotonó como una masa informe en torno a su área. En ella escarbó y escarbó el Depor con muy poco resultado hasta que salió Pandiani. Y entonces llegó el ataque de nervios, la inmediata reacción de un Numancia casi inofensivo y, como remate, la séptima jornada que suma el Depor sin ganar.