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Crítica:CLÁSICA | Mstislav Rostropóvich
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La música del amigo

El concierto de la Orquesta Nacional de Rusia en el Palau de la Música catalana no empezó del todo bien, la obertura-fantasía Romeo y Julieta de Chaikovski sonaba, pero el nivel de calidad del sonido orquestal no era el esperado en un conjunto que aspira a militar en la primera división orquestal mundial; aunque el sonido no era malo en sí, era irregular.

En el Concierto para violín de Beethoven, el sonido no mejoró mucho pero Mstislav Rostropóvich se encargó de que el acompañamiento orquestal no cayera en la rutina llenándolo de matices sin chupar plano, sin robarle a Nikolaj Znaider el protagonismo que le correspondía como oficiante principal de una de las formas supremas del ritual de la seducción musical: el concierto para violín solista.

Orquesta Nacional de Rusia

Nikolaj Znaider, violín. Mstislav Rostropóvich, director. Obras de Chaikovski, Beethoven y Shostakóvich. Temporada de conciertos Palau 100. Palau de la Música Catalana. Barcelona, 12 de enero.

El joven Znaider, uno de los más destacados jóvenes leones del violinismo mundial, exhibió su poderosa técnica y convenció a un público que quedó maravillado ante la de cosas que un joven virtuoso es capaz de hacerle a un Stradivarius.

Se siguió con lo que tenía que ser -y lo fue- el plato fuerte de la sesión, la Sinfonía número 5 de Dmitri Shostakóvich, una imponente obra que, en el contexto del alarde de imaginación y coordinación que caracteriza a nuestros programadores, es la segunda vez que suena en Barcelona en menos de un mes, pues el 15 de diciembre pasado, en el Auditori, la misma obra fue interpretada por Valeri Gergiev y la Orquesta del Teatro Mariinski de San Petersburgo.

Aquí todo cambió, la orquesta se transformó y empezó a sonar de modo impresionante. Rostropóvich también cambió y su dirección dejó de ser una buena labor profesional para pasar a ser algo mucho más importante y con una fuerte implicación personal.

Rostropóvich, amigo del compositor, compartió con él la música y, también, las estrategias para sobrevivir artísticamente bajo un poder político cerril y hostil. Rostropóvich, quizá hoy el mayor experto existente en la música de Shostakóvich, supo siempre a dónde quería ir a parar, tenía una idea interpretativa clara para cada nota y para cada acorde y, probablemente, es uno de los pocos que saben todos los secretos de la obra. El resultado fue memorable.

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