Mensaje
Veo el mensaje de fin de año del presidente Manuel Chaves. Digo "veo" porque me llama la atención, más que lo que dice, su manera de tener los ojos casi cerrados mientras habla. ¿Los focos? Me parece que es otra cosa: es que mira a lo lejos. Es verdad que para el fin de año lo mejor es entornar los ojos y mirar a lo lejos, levantar la vista de este hoy, que afortunadamente se parece tanto al día de ayer y al de mañana, para imaginar que esto que tenemos es tan bueno que el futuro debería ser eso que se ve ya desde aquí, basta con entornar los ojos... ¿Qué ve el presidente? Ve Andalucía, claro, y la encuentra, más que nada, satisfecha de haber respondido a esta cosa de los desafíos del presente de la que todos hablan. También ve gente: andaluzas y andaluces, les llama. Y más gente: los nuevos que hay por aquí, y que me imagino que son los emigrantes, que son muchos más, desde luego, que otros a los que también manda enfáticos recuerdos, los investigadores y los empresarios que en estas fechas están lejos de Andalucía. También ve lagunas, zonas -entiendo yo- cogidas todavía por el arcaísmo de miseria que cuelga de cada modernización: él debe de saber bien que eso no pasa sólo en el campo.
Y ve Europa, pero ya con un tratado constitucional que él anima a votar. Sentado en Tánger, en el café Haffa, no hay que entornar los ojos para ver Europa, o al menos Tarifa. Desde allí se entiende mejor Europa que desde aquí, creo yo, gracias a la desesperada necesidad de imaginarla: Europa tendría que ser la oportunidad de más justicia social. Pero los pobres de Marruecos, sentados en el pretil de la terraza del café Haffa, hasta cerrando los ojos sólo alcanzan a ver una metástasis de alambradas (y el mar, claro, sobre todo con buena luna: he oído en cabo Espartel el chapoteo de una patera que se echaba al mar). Europa: los ricos de Marruecos -los viejos cortesanos, los lustrosos ejecutivos recién sacados de los criaderos más exclusivos- están de acuerdo con sus pobres en que la frontera de Europa tendría que estar por debajo de su reino. No será así: la frontera será horizontal, la de las viejas clases sociales, y una de ellas seguirá mirando hacia aquí. ¿Hay una manera de abrir los ojos y no ver fronteras? ¿Hay una manera de ver el mar y que no recuerde a la muerte?
Mirar a lo lejos, con los ojos entornados, como el presidente, debe favorecer la impresión de que en conjunto todo funciona, detalles al margen. Pero hay detalles que no cabe pasar por alto: el Ayuntamiento de Jerez, la Diputación de Almería, por ejemplo. Enciso-Añez y Pacheco representan en el plano de la comunidad dos puntos de fuga hacia lo desconocido (o quizás no tanto) en lo político y lo ideológico; vistos de cerca, dan pánico. Enciso es un señor que hace ya cuatro años podía no ponerse al teléfono cuando lo llamaban los ministros de un Gobierno que era de su mismo partido. Y Pacheco ha estado con todos y ha dicho (y recibido) todo de todos. Ahora tenemos pactos que se mueven en la dirección de esos dos puntos de fuga. ¿Qué está pasando? Las instituciones, de momento, aguantan y, en conjunto, todo funciona. Pero ¿qué es lo que funciona?
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