Polonia en negro
Pocos amantes del género negro podían imaginar en 1981, cuando Debate publicó La recompensa polaca, de Julián Ibáñez, que recibirían como premio un original replanteamiento de la novela policiaca precisamente desde Polonia. Las reglas del género sólo tienen sentido si son subvertidas con inteligencia y eficacia, de modo que Joanna Chmielewska -veterana narradora con gran predicamento en los países del Este- cumple perfectamente con la misión de entretener al lector sin insultar su inteligencia. Para ello especula con la mala suerte que parece cebarse con la protagonista, una atractiva y despistada correctora de pruebas obsesionada con caerle bien a la familia que viene de visita desde Australia, y hace un crítico análisis de la casualidad y sus leyes hasta dejar en evidencia la pobreza y pretenciosidad de tantas tramas teóricamente impecables.
MALA SUERTE
Joanna Chmielewska
Traducción de Joanna Orzechowska
Ediciones B
Barcelona, 2004
270 páginas. 16,50 euros
Iza Brant se acerca a la cuarentena en la Varsovia actual -una ciudad que no consigue desprenderse de sus vestigios socialistas pese a la frenética transformación hacia la modernidad capitalista- y ha de enfrentarse a cinco venerables parientes que emigraron después de la guerra y que periódicamente invaden su casa con el pretexto de decidir quién será su heredero. Tendrá que pasar por numerosos equívocos hasta comprender que figura como principal sospechosa del asesinato de su ex marido, lo que le obliga a participar en la resolución del caso apoyándose en vecinos y conocidos, contribuyendo así a crear un ambiente de normalidad diametralmente opuesto a las mitificaciones clásicas del thriller.
Coetánea de Nastia Kaménskaya, la popular investigadora moscovita creada por Alexandra Marínina, Iza Brant guía al lector por un juego de coincidencias que no pretende sorprender pero consigue entretener. Inevitablemente emparentadas con maestros del género como el ruso Borís Akunin o el húngaro András Lászlo, ambas detectives nos recuerdan con sus pesquisas que las sociedades y las culturas del Este tienen sus propias claves y que conviene tenerlas en cuenta para comprender lo que allí sucede; aquí, bajo la anécdota, subyacen elementos tan esenciales como la emigración, la identidad lingüística, la revisión de ciertas conquistas sociales o la huella de una educación sentimental inseparable de la política. Así visto, esta Mala suerte no sólo es un estupendo ejercicio novelístico -en el que autora y traductora consiguen mantener al lector en vilo hasta la última página- sino una excelente oportunidad de sumergirse en la realidad cotidiana de la Polonia actual.
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