Mueren 13 inmigrantes a bordo de una patera en una travesía de tres días hacia Canarias
Tres de los 30 supervivientes fueron rescatados en Fuerteventura con graves hipotermias
La tragedia de los africanos que tratan de llegar en patera a Fuerteventura sumó ayer el insoportable número de 13 muertos más. Ya son 120 los inmigrantes fallecidos o desaparecidos este año en aguas canarias. La embarcación hallada ayer tras ser detectada por los radares había salido el lunes de una playa del Sáhara sin comida ni agua. Los 30 supervivientes estaban tan mal que apenas podían articular palabra. Sólo pudieron relatar que sus compañeros habían comenzado a morir la noche anterior y que detrás iba otra patera, de la que se desconoce su suerte.
Los inmigrantes fueron muriendo de hipotermia y deshidratación mientras la patera escalaba olas de tres metros entre fuertes vientos y las bajas temperaturas de la noche en alta mar. Según las pocas palabras que dijeron a sus rescatadores, el grupo había partido el lunes desde una playa de El Aaiún. La Guardia Civil confirmó que no se trata de la patera que llamó el lunes para alertar de que navegaban a la deriva con 34 adultos y tres niños. Hoy continuará el despliegue de búsqueda, que ya el miércoles pasado permitió localizar otra barca con 38 inmigrantes, dos de ellos cadáveres.
Los radares desplegados en Fuerteventura detectaron a las tres de la tarde de ayer una embarcación a 7,5 millas (unos 13,5 kilómetros de distancia) del Faro de la Entallada, el punto de la isla más cercano a la costa africana, a unos 100 kilómetros. Cuando Salvamento Marítimo la interceptó una hora después a 2,2 millas de la Playa de El Roque, casi a los pies del haz de luz, descubrió una embarcación que navegaba con normalidad, con 13 cadáveres en su interior y 30 supervivientes en muy mal estado de salud, afectados de hipotermia, deshidratación y fuerte estado de shock. La Guardia Civil ha constatado que este grupo no llevaba teléfonos móviles a bordo, por lo que no se hizo ninguna llamada de alerta.
La embarcación Mizar de Salvamento Marítimo redujo su velocidad, situó su casco paralelo al de la patera, que se encontraba inundada de agua, semihundida, aunque con su motor en marcha, entre olas de tres metros. Los ocupantes de la barca comenzaron a izar cuerpos. Algunos de los náufragos aparentan menos de 20 años, pero no había ni mujeres ni niños. Los cadáveres agarrotados, como congelados, fueron llevados a Gran Tarajal. El espectáculo de los trece cuerpos en el muelle "fue dantesco", en palabras de la consejera de Asuntos Sociales de Fuerteventura, Natividad Cano.
Los náufragos supervivientes "estaban en tan mal estado que no podían articular ni una sola palabra, no paraban de temblar", relataron sus rescatadores. Ante la emergencia de salvarles la vida, la tripulación de Salvamento Marítimo optó por abandonar la patera y forzar al máximo las máquinas de la Mizar, para llegar cuanto antes al puerto de Gran Tarajal, en el sur de Fuerteventura.
Al llegar al muelle, ya los esperaban los profesionales y voluntarios del equipo de respuesta inmediata en emergencias (conocido por las siglas ERIE). Mientras parte de la tripulación entregaba a Cruz Roja los 30 supervivientes maltrechos, otros desembarcaban los cadáveres y los tapaban con plásticos hasta la llegada del juez de guardia.
Los náufragos pasaron al hospital de campaña, donde los voluntarios los cambiaron de ropa, los cubrieron con mantas, los abrazaban para transmitirles calor, les calentaban los pies y ponían calcetines secos, les daban galletas y bebida caliente. Tres de ellos presentaban una hipotermia tan grave que fueron evacuados en ambulancia hasta el centro de salud de Gran Tarajal.
Según las pocas palabras que pudieron articular los supervivientes, habían pasado semanas comiendo pan y agua en el desierto. Los magrebíes los embarcaron en El Aaiún el lunes por la tarde sin alimentos ni agua ni teléfono móvil, con la promesa de que en 20 horas llegarían a España si mantenían el rumbo 340 (como si en un reloj las manecillas marcaran las once menos cinco). Podría haber sido así si en mitad de la travesía no los hubiera sorprendido una fuerte tormenta. Esta situación adversa, unida a la malnutrición de las semanas anteriores, al fuerte viento y a la caída drástica de las temperaturas al llegar la noche en mar abierto contribuyeron a acelerar la muerte de los 13 ocupantes, concluyó un portavoz del instituto armado.
"A estos artilugios no se les puede llamar ni barcas ni pateras ni nada; ya es un milagro que floten, cuanto más que lleguen personas con vida y podamos rescatarlas en estas condiciones", lamentaba Aníbal Carrillo, coordinador general de Salvamento Marítimo en su base de Las Palmas de Gran Canaria, desde donde se coordinaron las operaciones de rescate conjuntamente con la Guardia Civil y la sala del 112.
En lo que va de mes, la Guardia Civil y Salvamento Marítimo han podido salvar a 626 inmigrantes que cruzaban el Atlántico en condiciones similares y superan los 5.000 en todo el año. El rescate se efectúa tras una delicada operación de aproximación al bote, conocida como abarloamiento. Si los inmigrantes respetan las órdenes que los agentes les hacen en varios idiomas, con señas y gritos, los rescatan uno a uno y los acercan al puerto más cercano en Fuerteventura. Si cunde el pánico entre los náufragos, la chalupa se escora, vuelca y provoca la caída al mar del pasaje. Al menos en seis ocasiones en los últimos años, esta maniobra ha acabado en tragedia.
Conmoción en el muelle
La visión de los cuerpos de los 13 hombres muertos en el frío muelle de Gran Tarajal originó una gran conmoción en Fuerteventura, según describió la consejera de Asuntos Sociales de la isla, Natividad Cano, que se trasladó al puerto junto al resto de miembros del Gobierno insular.
Aunque nadie dejó de hacer su trabajo, todos los ojos estaban llenos de lágrimas ante la enormidad de la tragedia. Incluso los de aquellos acostumbrados a enfrentarse diariamente a escenas de enorme emotividad como voluntarios de Cruz Roja, Guardia Civil, Salvamento Marítimo y medios de comunicación. "Éste es un genocidio provocado por Marruecos y hay que exigir a los países amigos que presionen para acabar con esta situación", dijo Cano.
Los cadáveres serán enterrados como tantos otros antes en el cementerio de Gran Tarajal (Tuineje), cuyos responsables elevaron hace meses una protesta formal porque su exiguo presupuesto, menos de 1,5 millones de euros anuales, no da para costear los terrenos necesarios donde construir nichos para las decenas de inmigrantes fallecidos cada año en sus costas.
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