La crisis que se avecina
Sólo hay que darse una vuelta por ahí para comprobarlo: las orejas de la crisis asoman ya por encima del bungalow. Este es, al parecer, el termómetro mas fiable.
Hoy mismo, antes de ponerme a escribir mi viaje semanal de cercanías, estuve en la pescadería del pueblo. Las clientas hablaban con el dueño y sus empleadas. Una mujer dijo que este año, tal como se ven venir las cosas, no iba a comprar gambas para navidad. La persona que estaba a su lado le propuso llegar a un acuerdo para quedarse una con las cabezas que dan buen sabor a la sopa, y la otra con el cuerpo siempre que pagaran proporcionalmente este reparto. El pescadero medió en la conversación para decir que por él no había ningún inconveniente en el pacto al que, por supuesto, las gambas se someterían sin rechistar.
Los menos pesimistas aseguran que los desmanes urbanísticos perpetrados contra reloj van a detenerse por un tiempo. Y que en particular los agentes urbanizadores harán un alto
Cuando se marcharon, el dueño de la pescadería aprovechó la oportunidad y confirmó lo que todo el mundo teme: que este año empieza a notarse la falta de dinero que sobraba el anterior. Y puso varios ejemplos. Un amigo suyo, dueño de una agencia inmobiliaria, había despedido a la vez a diez vendedores. El promotor de un conjunto residencial se quejaba de dificultades insalvables para empezar en el plazo previsto la construcción de apartamentos por falta de los créditos prometidos. Si las cosas no se arreglaban, se vería forzado a devolver las cantidades entregadas por los compradores en concepto de reserva. Y como él había otros muchos promotores en situación parecida.
Entró en ese momento un hombre en la pescadería y dijo que los inmigrantes ya deambulan sin rumbo fijo por las calles. Antes les veíamos a primera hora de la mañana en un bar donde en cuestión de minutos eran contratados para ir a las obras. Ya no ocurre así. Ahora se les ve no en un solo bar sino en todos los bares y de brazos cruzados. ¿De qué vivirán todas estas personas y sus familias si la crisis que se avecina se agrava?
Como siempre, los políticos miran hacia otro lado, cuando no hacia sí mismos, y discuten en torno a los orígenes de la lengua, el sexo de los ángeles y otros asuntos de elevado interés que nada tienen que ver con lo que está ocurriendo a nuestro alrededor.
Una crisis económica en un país de servicios como España y, especialmente en esta comunidad que vive en gran medida del ladrillo y los turistas, es siempre desastrosa. Pero como no hay mal que por bien no venga los menos pesimistas aseguran que los desmanes urbanísticos perpetrados contra reloj van a detenerse por un tiempo. Y que en particular los agentes urbanizadores harán un alto en el camino de su insaciable voracidad, no por respeto a la ley sino por culpa del mercado.
Abandoné la pescadería recordando una cena reciente en casa de una familia en un pueblo cercano al mío. El anfitrión, de unos treinta y tantos años, se ufanaba de algo que consideraba normal y hasta meritorio: había levantado su vivienda de dos plantas, rodeada de jardín y con piscina, sin permiso ni licencia alguna. Al principio no lo creí. Le pregunté cómo había conseguido eso. Entonces se arrellanó en el asiento y, alzando una chuleta a modo de trofeo sobre la mesa, dijo que le había bastado informar a sus dos vecinos mas próximos de la decisión de construir una casa por el morro. ¿Iban ellos a denunciarlo al Ayuntamiento?, les preguntó. Ambos respondieron que no, que allá películas. Y él, con ese aval, se puso manos a la obra y durante un par de años levantó la casa sin tropezar con ningún obstáculo. Aunque el edificio es visible desde la carretera que lleva al pueblo, y por supuesto desde el mismo pueblo, el Ayuntamiento no ha reparado en ella. Tal vez considera que se trata de una casa virtual, o de una alucinación pasajera. Y claro está, nadie se plantea la cuestión de quién la habita ya que todo el mundo lo sabe. Ni la obligación de disponer para habitarla de la correspondiente cédula de habitabilidad. A la casa no le faltó nunca el suministro de agua ni de luz que recibió cuando estaba en obras en espera de los permisos. Su propietario cree que seguirá disfrutando de estos suministros por tiempo indefinido siempre que los pague. Además está convencido de que nunca será derribada esa casa, por lo que trascurridos algunos años, quizá diez, logrará cuantos permisos y escrituras sean precisos. El tiempo juega a su favor.
Otra persona me exponía no hace mucho su filosofía a la hora de construir una casa de nueva planta al lado de otra casa antigua en una parcela que no tiene los metros exigidos. Tampoco iba a solicitar permisos ni a presentar ningún proyecto que le sería denegado. Haría la obra a las bravas y cuando lo sancionaran (si lo sancionaban por mediar una denuncia), pagaría las multas pero seguiría construyendo la casa porque una vez te pones ya no debes parar. Siempre es mas barato que cualquier otra solución.
Aprovechando esta crisis los Ayuntamientos deberían introducir algo tan sencillo y elemental como lo ya existente en muchos municipios de Mallorca y, por supuesto, en toda Europa. Debería obligar a exhibir en las obras un cartel en el que figure el número de licencia y otra información de interés general, de manera que el vecino no tuviera que actuar como denunciante de otro vecino sino que de esto se ocuparía directamente la policía, que para eso está y dispone de los medios oportunos. Pero todo indica que existe un placer perverso en los ayuntamientos al propiciar este tipo de broncas vecinales cuando lo que desean todos los vecinos por igual es que el Ayuntamiento cumpla escrupulosamente con sus obligaciones y no se ande por las ramas.
En mas de una ocasión pregunté a alcaldes de diferentes partidos políticos sobre la conveniencia y oportunidad de introducir preceptivamente esos carteles. Su reacción fue, cuando menos, desmoralizadora. Desde luego conocían su existencia y la probada eficacia de sus resultados. Pero, ¿quién iba a ponerle el cascabel al gato?
Este modelo de alcalde, para unas cosas pusilánime y para otras tan cínico como temerario, parece ser el mejor alcalde al servicio de pícaros y corruptos que no toleran freno alguno a sus irregularidades. Es hora de preguntarse si proceden de ese modo con el respaldo de la mayoría de los votantes o, por el contrario, su comportamiento sólo obedece a nuestro desinterés y pasividad.
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