Izquierda Unida reelige a Llamazares como líder con menos de la mitad de los votos
Santiago retira en el último momento su candidatura en medio de una gran división interna
Izquierda Unida está partida por la mitad. Así quedó de manifiesto ayer después de que Gaspar Llamazares obtuviera el respaldo del 49,52% de los 840 delegados a la VIII asamblea extraordinaria de la federación. Las otras dos candidaturas, la de Enrique Santiago (38,1%) y Sebastián Martín (12,38%), sumaban unidas más votos que la oficial. Pero la dirección utilizó la enmienda aprobada el sábado para incorporar a la votación definitiva a los coordinadores regionales, proclives en su mayoría a Llamazares. Ante esta maniobra, Santiago retiró su candidatura en medio de una gran tensión y división interna.
El complejísimo sistema de elección del líder en Izquierda Unida provocó ayer una enorme polémica interna en la que la oposición a Llamazares, después de luchar durante casi dos horas para hacerse con el mando de la formación, aceptó dejar la batalla en suspenso hasta enero, cuando debe ser ratificado el coordinador.
La asamblea no elige directamente al líder, sino a la mitad del Consejo Político, 110 personas, que a su vez votan al coordinador. Las dos listas alternativas, que finalmente llegaron a un acuerdo para unir sus fuerzas, tenían 56 votos, frente a los 54 de Llamazares. Pero éste, por primera vez en la historia de la federación, incorporó a esa votación, gracias a una enmienda aprobada el sábado, a los coordinadores regionales. Y eso provocó una enorme bronca en la reunión a puerta cerrada del Consejo Político. El aparato del PCE se negaba a ceder, sabiendo que tenían la posibilidad real, si no votaban los coordinadores, de arrebatarle a Llamazares el liderazgo.
Entre palabras graves, alguna amenaza aislada de acudir a los tribunales y forcejeos dialécticos en los que todos se tiraban los estatutos a la cabeza, el grupo de Llamazares optó por convencer a Santiago, que parecía más moderado que su equipo, de que podría ganar ayer, pero perdería dentro de un mes, porque el resto del Consejo Político, que tiene que elegirse en las federaciones, favorecerá en principio a Llamazares.
Santiago optó por la "salida sensata", según sus palabras, y decidió retirarse, para enfado de los suyos, que en algunos casos hablaron de "fraude". Llamazares salió elegido por un 53% del Consejo, incluidos los coordinadores. El resto votó no o se abstuvo. Santiago lo volverá a intentarlo en enero, cuando se reúna el Consejo Político completo. Muchos dirigentes del grupo de Llamazares interpretaban este gesto como un intento de participar de forma "leal" en la dirección y salirse del enfrentamiento abierto que ha protagonizado Frutos. De hecho, Santiago dejó claro que para él no había habido "pucherazo", mientras Frutos dijo a la salida: "No salimos más unidos, sino peor de lo que hemos entrado".
Si triunfa este tipo de discurso de división total, por tanto, el riesgo de escisión en IU, que sólo unos pocos se atreven a mentar, es evidente. En los discursos, sin embargo, los tres candidatos se moderaron y los dos opositores reconocieron el esfuerzo y la dedicación del líder.
Llamazares apostó por la unidad: "He escuchado el clamor de la organización. La próxima dirección será la más compartida y colectiva de los últimos años". Felipe Alcaraz, uno de los grandes derrotados puesto que retiró su candidatura a última hora, advirtió al líder de que si no cumple esa promesa de compartir el mando ésta será "posiblemente la última asamblea de IU".
Sin embargo, algunos de sus hombres más fieles habían preparado esta asamblea como "la de la clarificación", esto es, la necesidad de que Llamazares lograra un grupo sólido, aunque contara sólo con poco más del 50% -nadie pensó en no alcanzarlo- para poder hacer un equipo de dirección diaria, llamado Permanente, a su medida, y no con una oposición casi mayoritaria, como hasta ahora. Este resultado, inferior a la mitad de la asamblea, puede trastocar esos deseos.
En cualquier caso, la influencia de Llamazares en las federaciones más importantes, excluida Andalucía, le permitirá tener un control suficiente sobre el Consejo Político completo, de 239 miembros, al menos según sus cálculos. Y podrá seguir así adelante con la política de pactos con el PSOE y con otras fuerzas como Iniciativa per Catalunya-Verds. También podría avanzar en uno de sus proyectos, la transformación de IU en una fuerza que sintetiza la tradición roja con el ecosocialismo y las nuevas corrientes antiglobalizadoras. Sin embargo, y ante la división que esa idea provoca en sus filas, Llamazares no ha hablado ni una sola vez en todos sus discursos de "ecosocialismo".
El Gobierno y otras fuerzas de la izquierda tenían mucho interés en que ganara Llamazares, porque él, entienden, garantiza el entendimiento con José Luis Rodríguez Zapatero -su relación personal es extraordinaria- y compromete el apoyo de sus imprescindibles diputados. De hecho, los tres que tiene IU (Llamazares, Ángel Pérez e Isaura Navarro) iban en la lista del líder.
El PSOE felicitó enseguida al vencedor. Y lo hizo por boca precisamente de Diego López Garrido, ahora socialista, en los 90 dirigente de IU y antes del PCE. Precisamente fue expulsado, con sus compañeros de Nueva Izquierda, porque defendía los pactos con el PSOE y era acusado de "submarino" de los socialistas. López Garrido consideró "profundamente democrática" la votación y dijo que "contribuye a reafirmar las relaciones con el PSOE". El secretario general de ERC, Joan Puigcercós, que apoya como IU al Gobierno, señaló que la reelección es "una buena noticia para la izquierda catalana". Llamazares, dijo, "ha sido quien, a pesar de las circunstancias, ha mantenido el norte más claro para la izquierda española".
"¡Unidad, unidad!"
El enfrentamiento por la forma en la que se resolvió la crisis en IU no llegó a las manos, pero faltó poco. Un pequeño grupo, focalizado entre los delegados extremeños, los más críticos con Llamazares, comenzó a gritar "¡Tongo, tongo!" cuando salió el coordinador recién elegido. Rápidamente, algunas decenas de delegados comenzaron a gritar "¡Unidad, unidad!". Enseguida se contagió a todos, incluidos muchos enemigos de Llamazares, que acallaron con sus palmas las protestas.
Así se superó, entre aplausos y gritos, el momento de máxima tensión del final de la asamblea. La enorme bronca a puerta cerrada no se trasladó así al exterior. Algunos de los delegados más extremistas se enfrentaron en pasillos con otros, y también allí fueron separados por quienes apostaban por la cordura.
La indignación surgió porque la enmienda que trastocó el resultado se había aprobado el sábado, cuando muchos delegados críticos no avisados estaban fuera de la sala. El aparato de Llamazares sí movilizó a los suyos; la oposición estuvo, de nuevo, dividida.
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