Riazor, hogar del visitante
El Depor sigue negado en casa y cede un punto al Sevilla en el tramo final
Nada simboliza y explica mejor la decadencia del Deportivo que el cambio de atmósfera que se ha vivido en Riazor. El gran Depor había hecho de su estadio un baluarte del que casi todo el mundo salía damnificado. En los nuevos tiempos que soplan por A Coruña, Riazor es un hogar de acogida que derrocha hospitalidad. El Depor sumó ayer su octavo partido en casa con sólo dos victorias a favor, ante Getafe y Levante, dos recién ascendidos. Tras una tarde muy laboriosa, en la que el Depor, a falta de brillo, apretó los dientes, la victoria parecía asegurada con un gol de Scaloni, a sólo cuatro minutos del final, que tumbaba a un Sevilla decepcionante. Pero en la prolongación, Riazor añadió una pieza más a su colección de frustraciones, tras un cabezazo de Baptista, quien hasta entonces había pasado por el partido sin dejar un sólo detalle que acreditase su fama.
DEPORTIVO 2 - SEVILLA 2
Deportivo: Molina; Manuel Pablo, Pablo Amo, Andrade, Romero; Duscher (Sergio m. 46), Mauro Silva; Scaloni, Valerón, Luque (Munitis m. 79); y Pandiani (Tristán m. 72).
Sevilla: Esteban; Alves, Javi Navarro, Aitor Ocio, David; Jordi, Renato; Fernando Sales (Redondo m. 90), Baptista, Jesuli; y Carlitos (Antoñito m. 58).
Goles: 0-1. M. 42. Pablo Amo pifia y Carlitos sólo tiene que empujar. 1-1. M. 52. Sergio, irrumpiendo desde atrás. 2-1. M. 86. Scaloni, con la zurda. 2-2. M. 92. Baptista, de cabeza.
Árbitro: Esquinas Torres. Amonestó a Alves, Jordi, Javi Navarro, Aitor Ocio y David.
Unos 25.000 espectadores en Riazor.
Antes de que Baptista le proporcionase nuevos motivos de abatimiento, el Depor había vivido un choque que, con todas sus carencias, podía haber dejado un cierto mensaje de esperanza. El Depor está enfermo, de eso no hay duda, pero la situación general en la Liga tampoco se antoja muy saludable. Ayer llegó el Sevilla que tantas expectativas ha despertado este año, un equipo del que se anuncian grandes cosas frente a otro que desciende por la pendiente y que venía de sufrir una dolorosa humillación ante el Mónaco. Si hubo alguna diferencia entre ambos, fue favorable al Depor. El Sevilla se empleó con todo el respeto ante el rival y dedicó más energía a entorpecer las maniobras ajenas que a desplegar su propio juego. Gente como Baptista o Jesuli quedó sepultada en el anonimato y cedió la palabra a los secundarios. Sólo la desolación del Depor permitió al Sevilla adelantarse en el marcador, después de una ruidosa pifia de Pablo Amo, que concedió a Carlitos un gol casi imposible de fallar.
En el tétrico paisaje que se ha instalado en el Depor, cada vez cobra más protagonismo la figura de Scaloni. Es todo un síntoma, porque el argentino representa un tipo de fútbol atropellado, sudoroso y guerrillero que casa mal con la tradición del cuadro de Irureta. Pero como los que deberían aportar la clase siguen cesantes en sus puestos, Scaloni, que nunca se esconde, acaba emergiendo. No es una buena noticia para el Depor, aunque nadie puede quitar su mérito al argentino, que se metió en todas las refriegas y fue decisivo en los dos goles. En el primero, proporcionó a Sergio el remate con una dejada de cabeza. El segundo, hasta se permitió marcarlo él mismo con maneras sorprendentes: amagó dos veces dentro del área para evitar a los defensas y luego disparó con la izquierda, la pierna que casi nunca emplea. Los beneficios de la ardorosa propuesta de Scaloni se esfumaron con el duelo ya casi concluido, cuando al fin apareció Baptista y aprovechó la contumaz ineficacia del Depor para defender las faltas y los saques de esquina, una muestra más del espíritu hospitalario que reina en Riazor.
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