En la muerte de manzanita
Ayer fue enterrado en tierras de la Costa del Sol, donde vivía, José Ortega Heredia, Manzanita. Tenía 48 años y fue uno de los últimos vástagos artistas de la gran familia de Manolo Caracol. Había nacido Manzanita en Madrid en 1956, hijo de Rafael Ortega y de la bailaora malagueña Trini Heredia.
Cantaba y tocaba la guitarra desde muy niño, cuando era tan tímido que enrojecía con frecuencia, por lo que él procuraba esconderse tras el instrumento. Así fue cómo el guitarrista Antonio Arenas, un día, dijo de él: "Mírale, parece una manzana". Y desde entonces, Manzanita para arriba y para abajo, siempre.
Lo más interesante de su carrera lo hizo en los años juveniles, cuando dio vida a Los Chorbos con 18 años de edad y crearon el sonido Caño Roto, que -al menos durante unos cuantos años- tuvo notable influencia en la música española.
Pero Manzanita se separó pronto del grupo, pues quería volar rápidamente por su cuenta en un ejercicio de fusión que desde el principio le inquietaba y que en el futuro iría acentuándose cada vez más hasta en muchos casos dejar de ser flamenco, o casi, lo que hacía.
Paralelamente, su guitarra iba perdiendo mucho protagonismo, para dedicarse más que nada a cantar.
Así llegó su primer disco, Poco ruido y mucho duende, de la mano de José Luis de Carlos, que fue un aldabonazo de atención importante. Escribió entonces este productor cómo Manzanita revelaba "una novedad de concepción indudable, un talento poco común para merodear por el flamenco sin atarse a él, pero dejándose enriquecer por actitudes musicales distintas".
Actitudes musicales que le llevaron a ensayar las más diversas fusiones, no siempre afortunadas. Parece como si la carrera de Manzanita hubiera estado gobernada por una cierta falta de rigor, un acomodarse a las corrientes musicales que imperaban en un momento determinado sin mucho criterio propio.
Por añadidura, los largos años de silencio que sobrevinieron después, cuando se dedicó a cantar solamente en el templo de los evangelistas, no hicieron sino agravar una situación ya preocupante.
Manzanita fue uno de los primeros en echar mano de los poetas cultos para poner música a sus letras. De hecho, el Verde, que te quiero verde lorquiano es uno de sus grandes éxitos de todo momento, y con él cerró la película Flamenco, de Carlos Saura.
Allá por 1988, en el disco En voz baja a las rosas, musicaba a Sor Juana Inés de la Cruz, Luis de Góngora y García Lorca.
Y no fue la única ocasión, pues a Bécquer lo cantó en diversidad de circunstancias, y sobre Federico volvió una y otra vez.
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