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Reportaje:

El arte dispar de coleccionar

Con vidas y colecciones muy diferentes, Pere Maria Orts y Jesús Martínez Guerricabeitia han donado sus valiosas obras de arte

Ferran Bono

Comparten la pasión por el arte; ambos han donado sus valiosas colecciones y ambos tienen, prácticamente, la misma edad, aunque con experiencias vitales muy diferentes. Como lo son también los fondos que han ido formando a lo largo del tiempo. Mientras Pere Maria Orts, de 83 años, ha atesorado más de 300 piezas datadas desde el siglo XV hasta la primera mitad del XX, Jesús A. Martínez Guerricabeitia, de 82, ha reunido centenares de obras a partir de la segunda mitad de esa centuria con un marcado acento de denuncia social.

Orts donó recientemente a la Generalitat sus pinturas de Sorolla, Tiziano, Ribalta, Zuloaga o Joan de Joanes, además de muebles, cerámica u orfebrería de época; Guerricabeitia hizo lo propio años atrás con la Universitat de València y sus cuadros de Equipo Crónica, Arroyo, Genovés, Renau, Pérez Villalta o Canogar. Ambos también han cedido sus colecciones de libros a la Biblioteca Valenciana

Guerricabeitia: "No me gustaba comprar a los pintores: las galerías se ponían contra uno"
Orts: "He buscado piezas que Valencia no tuviera. He ido completando vacíos"

Guerricabeitia y Orts se manifiestan mutuo respeto aceptando de inmediato la propuesta de mantener una entrevista conjunta con este diario. Pero al inicio de la misma, el industrial quiere hacer una puntualización: "Mi colección no es comparable a la del profesor Orts: una sola pieza suya...".

"Bueno, bueno, son muy distintas. No se pueden comparar. Además una cosa es el valor artístico y otra el valor en el mercado", comenta Orts, miembro de la Acadèmia Valenciana de la Llengua.

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Cuando Orts empezó a coleccionar tenía "cierta tradición familiar". "Lo primero que compré fue para restaurar la capilla de la iglesia parroquial de Benidorm que se había echado a perder en la Guerra Civil. Me puse en contacto con el mercado del arte y ya continué cuando fueron apareciendo piezas de interés. Pensé en reponer en parte la cantidad de cosas que había visto que se perdían en 1936. Estaba con mi madre en Valencia y nos detuvieron a los dos. Con 15 años, me fui con ella a Gobierno Civil. Tuvimos la suerte de caer en manos de un policía que cuando pudo le dijo a mi madre: "coja el chico y márchense mañana a Benidorm. Allí estarán más seguros". En Valencia presencié incendios, destrozos, una serie de cosas que se perdieron por la Guerra Civil. Me entró la ilusión de que podría reponer parte. Han pasado muchos años y se ha conseguido lo que se ha conseguido. He buscado piezas que Valencia no tuviera con el fin de que la colección del Museo de Bellas Artes estuviera más completa".

"Mi familia vivía en Requena en 1936 y en 1939 los del bando franquista", explica Guerricabeitia, "detuvieron a mi padre cuando yo tenía 14 años y lo llevaron a la cárcel modelo de Valencia. Luego estuve detenido yo en dos ocasiones". En este punto el industrial mira al también historiador y le dice: "Se da cuenta que somos muy parecidos en edad, aunque estábamos en bandos distintos". Orts asiente mientras sonríe.

Guerricabeitia continúa: "El coleccionismo me interesó más tarde, cuando la vida se fue normalizando poco a poco. La España de entonces vivía una situación muy mala, muy dura. Conocí a Carmen, mi mujer, y nos casamos. Lo primero que compramos fue en París, una cosa de pequeña de Picasso de la época azul. Empecé trabajando en una empresa de curtidos y luego vendiendo pieles... Gracias a un buen amigo, muy de derechas, pero buen amigo, un gobernador de los que me había encerrado me ayudo a que me pagasen una deuda. Más tarde nos fuimos a Barranquilla, en Colombia, donde vivimos 16 años. Cuando alcanzamos un cierto desahogo económico empezamos a comprar a obras a fines de los 50".

Orts ha dejado de adquirir obras. "Me he cansado de viajar, de ir y venir, y además los precios del arte se han disparado. No creo que valgan lo que se paga". La colección de Guerricabeitia sigue creciendo ahora a través de la bienal que lleva su nombre. "No me gustaba comprar a los pintores, porque las galerías se ponían contra uno", señala Guerricabeitia. "Creo que tengo el prurito de ser correcto. Hay una anécdota. Le compramos a Pierre Levai, de la Galería Marlborough de Nueva York, dos o tres cuadros de Genovés, del que había visto una exposición en la galería de García y su mujer en Valencia. Cuando volvimos le dije a García, ante su sorpresa, que le pagaría una comisión...".

Orts ha comprado "mucho a través de personas conocidas, y después de personas que estaban en museos a los que se les ofreció obras que el Estado no podía o no quería comprar. Ha sido una de mis fuentes. También cuando he sabido que uno tenía una cosa muy concreta

he ido a por ella".

"La obra me interesa por ella misma, por su encanto", añade el historiador de familia adinerada. "Hay obras que sin ser extraordinarias causan un gran impacto. Y otras no, siendo carísimas. Además, he ido completando vacíos en Valencia, pero siempre y cuando me gustaran a mí. Todas las obras las he tenido colgadas para verlas. Sólo se han guardado piezas de cerámica, de porcelana y los tapices".

Guerricabeitia incide en que su mujer y él nunca ha estado pendientes de la cotización. Lo que nos gustaba, lo comprábamos. El Equipo Crónica, cuando Solbes falleció [1981], se acabó, y en casa había dos cuadros enormes. Nos llegaron a ofrecer 27 millones de pesetas por cada uno dos años después. Una locura. Vender, no hemos vendido nunca. Sí que hemos regalado alguno. Empezábamos a tener muchas obras y a pensar cómo mostrar los cuadros, porque nos hacía gozo que la gente los viera". La donación de Guerricabeitia se remonta a la etapa de Ramon Lapiedra como rector de la Universitat. "Costó dos años. Hablamos con Román de la Calle y con Lapiedra y maduramos la idea".

"Yo tampoco he vendido nunca nada, ni he intercambiado. Se tiene una especie de amor... Lo único que he hecho es ceder a la familia algunas cosas", apunta Orts, a escasos días del traslado de sus obras al Museo de Bellas Artes de Valencia, que, sin embargo, no era el primer destino preferido para su colección: "Cuando se iniciaran las obras de restauración, yo dije que prefería el museo en otra parte. El edificio no me parece adecuado. Está en un sitio hondo, con peligro de inundaciones. A las mínimas cotas de agua, se inundaba la planta baja. Y el edificio del siglo XVII no es nada extraordinario, no está hecho con materiales muy nobles. Pensamos en el edificio de la Tabacalera, que permitía una gran reforma; o en uno de los cuarteles de la Alameda, que valen la pena conservar. No se pudo conseguir y luego ya se empezó la reforma del museo, que ha subido su nivel".

La colección de Guerricabeita tiene el nexo del arte comprometido. "Me parece que es una labor que hay que hacer porque la vida no es tan halagüeña. Hay mucha miseria, enfermedades, guerras, aunque también tengo la certeza de que con arte no se mejora nunca la humanidad", indica el histórico simpatizante del PCE.

"Lo que dice el señor Martínez del arte comprometido... tengo mis dudas de que nadie esté comprometido con nada, porque la gente se cambia de chaqueta con una facilidad extraordinaria. En cada momento la gente pinta lo que el mercado le pide, y lo que cree que puede tener éxito; en el Renacimiento y en todas las épocas. Incluso el arte más antiguo, la iglesia lo controlaba todo y de acuerdo con eso, se esculpía, se pintaba, se construía...".

"Pero siempre", interviene Guerricabeitia, "hay un reflejo de la humanidad, de las costumbres, de las cosas que marcan cada época. Ahora estamos exponiendo una muestra sobre la guerra y, esas piezas, exceptuando tres, estaban en casa hace tiempo, y ahora cobran de nuevo una gran actualidad".

El arte contemporáneo no es del gusto de Orts. "Por mi formación, lo primero que ha de tener el artista es un completo dominio del dibujo. Eso de montar con maderas un cuadro o con un esterilla enrollada y cogida a un bastidor.... Eso está muy lejos de lo que entiendo por pintura.

¿Se refiere a Tàpies? Sonriendo, Orts responde que no quiere nombrar a nadie. Guerricabeitia sí que lo hace para dar su opinión coincidente, y agrega: "Y no veas lo que cuesta Tàpies. Hablan de él como si fuera Dios".

Orts rechaza abiertamente el arte abstracto. "Por más esfuerzos que he hecho, porque siempre intento entender y asimilar las cosas, ha sido inútil: no veo nada. He ido a Arco, a exposiciones, por ver si colaba algo, pero no", reconoce. "Arco no es el mejor sitio", apostilla Guerricabeitia, al tiempo que admite su gusto por la figuración.

Picasso tampoco es ajeno a la crítica. "Tampoco es tanto como se dice", matiza Orts. "Las cosas se exageran y los mercados influyen porque marcan unas cotizaciones. Picasso tiene épocas muy buenas, la azul, la rosa y la del cubismo (aunque aquí Braque es mejor), pero luego....."

Grandes maestros ha habido muy pocos. En tierras valencianas, ninguno, en opinión del historiador y académico. "El arte de Valencia siempre ha venido del arte de fuera, de la influencia italiana, flamenca... Nuestra historia empieza en 1238 y no llegamos a tener arte románico y el gótico es un gótico tardío. En España hay grandes maestros: Velázquez, El Greco y Goya; En Italia, hay muchos más: Miguel Ángel, Leonardo, Rafael, Caravaggio, Tiziano; en Flandes, Rembrandt... Son personas que han marcado una época y que han hecho obras singulares".

No como Bacon, por ejemplo, cuyas recreaciones del retrato Inocencio X, de Velázquez, se exhibieron en el IVAM: "No admito que se trate de desfigurar la pintura de otro señor. Por muy bien hecho que esté, es una caricatura. Mire usted: las Meninas las pintó Velázquez, pinte usted lo que le dé la gana, pero déjelas. Como lo de las meninas que hace Valdés, ¡quién carga con ello! Con eso que ha comprado el señor Bautista Soler para la calle de San Vicente, que es un esquellot, un cencerro para una vaca".

"Bueno", irrumpe Guerricabeitia, "conociendo el gusto del señor Soler... Por cierto, señor Orts, cuando nos enseñó a mi mujer y a mi su colección nos dijo que teníamos que volver para mostrarnos unas cosas...". "Claro, claro, cuando quieran", concluye Orts.

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Sobre la firma

Ferran Bono
Redactor de EL PAÍS en la Comunidad Valenciana. Con anterioridad, ha ejercido como jefe de sección de Cultura. Licenciado en Lengua Española y Filología Catalana por la Universitat de València y máster UAM-EL PAÍS, ha desarrollado la mayor parte de su trayectoria periodística en el campo de la cultura.

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