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Reportaje:Copa Davis 2004 | España levanta su segunda ensaladera

"Es un tipo con suerte"

Su tío y entrenador siempre ha tratado de inculcar a Nadal la humildad

"Es un tipo con suerte", dice Toni Nadal cuando habla de su sobrino, Rafael. Él fue quien le indujo a dar los primeros pasos en el tenis. Ahora es su entrenador y el que le dirige en un mundo tan agresivo y complicado. Tal vez es gracias a eso que Nadal, a sus 18 años, no pierde la compostura ni en sus grandes momentos. Lógicamente, cuando supo que iba a jugar contra Andy Roddick, tuvo una explosión de júbilo. Pero se contuvo en sus declaraciones: "Es que [Juan Carlos] Ferrero no está en su mejor momento y los capitanes han creído que yo podía jugar". Después, tras ganarle, se mantuvo muy respetuoso hacia su rival.

Ésa es siempre su actitud. "Fue muy fuerte lo del viernes", dice Toni; "tal vez supera lo de Brno. Pero, para mí, fue allí, en la República Checa, donde Rafa tuvo más motivos para sentir la presión. Había disputado cinco partidos en indoor y no había ganado ninguno y, cuando tuvo que decidir la eliminatoria frente a Stepanek, venía de perder su primer individual y el doble. Los capitanes fueron valientes. Y yo les dije: 'Vaya estreno'. Pero tiene suerte: jugó tres partidos, perdió dos, ganó uno y salió como un héroe siendo el que peor lo hizo".

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La ilusión con que comenzó Nadal el curso se truncó a los pocos meses, cuando una rotura en el pie izquierdo le tuvo tres meses parado. Al igual que en 2003, también por una lesión, se perdió Roland Garros. Pero esta vez tampoco pudo jugar la temporada de tierra batida ni en Wimbledon. "Nos lo tomamos con resignación", comenta Toni; "seguimos entrenándonos con él sentado en una silla. A las siete semanas, estaba ya tenso y quería volver. No paraba de preguntarme: '¿Podré jugar Roland Garros y Wimbledon?' Le repondía que sí, pero yo sabía que no".

Cuando, al fin, pudo regresar a las pistas, su clasificación había descendido del puesto 34º al 70º. Pero, justamente antes de participar en los dobles de los Juegos Olímpicos de Atenas, ganó el torneo de Sopot (Polonia) y recuperó la moral. Ascendió hasta el 51º. Y los capitanes le llamaron de nuevo para las semifinales, en Alicante, contra Francia, en las que sustituyó a Carlos Moyà y obtuvo la victoria decisiva frente a Arnaud Clément. Ya era una incipiente estrella. "No es famoso", dijo entonces su tío; "eso, Ferrero y Moyà".

Y Toni explicó que, cuando este año llegó a Melbourne para disputar el Open de Australia, su agente

le preguntó qué hotel prefería. "Coge el Crown, que es el mejor", les dijo. Pero respondió: "¿Quienes van ahí?". Era el de Moyà, Ferrero, Roddick, Rober Federer y casi todos los primeros del ranking. "Entonces", concluyó Toni, "búscanos otro. Ahí están las estrellas y Rafa debe irse con los malos, que es lo que es". Estas cosas le ayudan a uno a situarse en un contexto en el que la admiración, los abrazos y las felicitaciones son moneda cotidiana.

Pero Nadal procede de una familia de deportistas. Su otro tío, Miguel Ángel, es futbolista internacional y ahora milita en el Mallorca, de vuelta, tras haber llegado a hacerlo en el Barcelona. Está en un contexto familiar muy unido y que tiene un concepto muy claro de lo que es la vida. "Todos somos iguales en muchos aspectos", explica Toni, "y no creo que nadie pueda presumir de ser algo por el simple hecho de pasar una bola por encima de una red mejor que otro. Hay otras cosas mucho más importantes que ésa. Hay que ser humilde ante todo". Esta mentalidad la tiene incrustada Nadal. A pesar de que en su carrera lleva ganados ya más de 700.000 euros, el pasado verano todavía pidió permiso a sus padres para comprarse un ordenador portátil.

Profundizando sobre aspectos más tenísticos de su sobrino, Toni asegura que, cuando gesticula en la pista, nunca pretende molestar a su rival: "Sólo busca motivarse". Y agrega que jamás le ha visto tirar una raqueta al suelo: "No se lo aceptaría. Hay muchos niños que no pueden tenerla y él, en cambio, tiene la suerte de que se las regalen".

Son conceptos poco habituales en el tenis, en el que el dinero lo invade todo. Y no será fácil que Nadal siga guiándose por ellos ahora que, tras ganar a Roddick y convertirse en campeón de la Davis, ha entrado de lleno en esa vorágine de la fama y el prestigio social que tantos derrotes tira.

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