Sólo un detalle de calidad de Kovacevic

El fútbol, como sustancia, tiene forma, temperatura y color. Ayer, Real Sociedad y Betis decidieron que, durante dos horas, el elemento fútbol fuese irregular, templado y gris. Como los desechos de las minas o las tardes de aburrimiento. Nadie se atrevió a tomar la batuta ni a arriesgar en las ideas. El juego se decantó más por lo emocional y sanguíneo que por el efectismo argentino o el rigor italiano. Esos esfuerzos físicos dieron el poco lustre del que dispuso el encuentro. Sólo dos detalles de calidad, un libre directo de Assunçao y el gol de Kovacevic, endulzaron el sabor de una noche tosca y discreta.

El Betis saltó al campo certificando que la procedencia marca. Si ahora en Sevilla sólo se habla de tenis, los de Ferra Serrer se aplican en seguir los consejos de los especialistas en tierra batida. Durante los primeros veinte minutos, Assunção y Cañas se pegaron a la línea de centro y se dedicaron a soltar globos liftados para superar a la inaudita defensa realista y de los que Oliveira no se supo aprovechar. Hasta los saques de esquina que el Betis dispuso en buen número en la primera parte tenían ese deje tenístico de amateurs. Sin embargo, la Real Sociedad no carburaba. El apagón no era culpa de la presión andaluza, sino a causa de las imprecisiones y la falta de ideas de los donostiarras. El partido fluctuaba siempre bajo dominio bético, mucho más posicional que de oportunidades, y la Real Sociedad sólo llegaba gracias a las incursiones del indultado Karpin, que no disfrutó de todo el balón que su magia requiere, y los contragolpes. Y en uno de ellos llegó el gol definitivo.

Con él llegó la dosis de autoestima que los donostiarras requieren en cada encuentro. Los de Amorrortu necesitan de cierta dosis de sufrimiento (incluso puede ser un castigo severo como el que le infligía el Athletic de Bilbao hace dos semanas, con dos goles a su favor) para considerar sus posibilidades futbolísticas. El tanto de Kovacevic trajo como consecuencia que los blanquiazules se pegasen el balón a las botas, controlasen el partido y comenzasen a fabricar jugadas más largas e insidiosas. Sólo la voluntad de Cañas en la fontanería y la lucha constante de Oliveira salvaron la imagen del Betis.