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Pujol pide a los dirigentes de CiU que no rompan con el pasado si quieren volver a gobernar en Cataluña

Convergència Democràtica de Catalunya (CDC) se vistió ayer de gala para celebrar el 30º aniversario de su creación. Reunió a más de 2.000 personas en la basílica barcelonesa de Santa Maria del Mar para rememorar, con ilusión pero con cierta dosis de resignación, los añorados 23 años en que permaneció en el poder y para lanzar un mensaje de esperanza y de victoria en el futuro. El acto congregó a gran parte de los históricos del partido (Miquel Roca, Joaquim Molins, Macià Alavedra), a la nueva hornada de dirigentes (Artur Mas o Felip Puig) y a los siempre incombustibles (Xavier Trias). Todos ellos bajo el manto protector del padre fundador y guía espiritual, Jordi Pujol. También había una amplia representación de sus socio electoral, Unió Demo-cràtica. Se registró, no obstante, una notable ausencia: la de Josep Antoni Duran Lleida que se excusó por una dolencia de cervicales.

Pujol clausuró el acto. Pero fue un simple formalismo protocolario. Su intervención le sirvió para despedirse una vez más de sus seguidores -la edad media de los asistentes era muy superior a la de los delegados en el reciente congreso del partido- y proclamar que él ya no es el líder de Convergència porque ha dejado el testigo de esta responsabilidad a Artur Mas.

Fue a él a quien Pujol reclamó que reimpulse la federación de Convergència i Unió tras los recientes "reajustes" y que encabece una renovación del partido "pero no para romper con el pasado, sino para hacerlo más fuerte, sin dejar de lado aquella fidelidad a los principios y aquella pasión y ambición de futuro que siempre he tratado de transmitir". Y advirtió a estas nuevas generaciones de que no se dejen arrastrar por el optimismo desmedido porque, ahora, vuelven a "aparecer algunas amenazas, algunos problemas, algunas tensiones, presiones que se han dado en los últimos años pero que siempre hemos superado". En su habitual tono ambiguo, Pujol no especificó si se refería al contraataque del resto de los partidos políticos o a las típicas discrepancias en el seno de la federación nacionalista.

Menos pasional se mostró Artur Mas, quien se encargó de defender la validez del proyecto nacionalista convergente que ahora dirige. Lo hizo, eso sí, recuperando palabras del líder democristiano Artur Mas y del ex presidente del Gobierno, el popular José María Aznar. Mas apeló a que Convergència no se deje arrastrar por los "cantos de sirena" que provienen de Esquerra Republicana y afirmó que "Convergència ha de seguir siendo ella misma porque la gente prefiere el original a las malas copias". Y proclamó: "No somos radicales, pero tampoco conformistas".

El objetivo de Convergència y, por ende, de la federación nacionalista, es recuperar el Gobierno catalán. Para ello, Artur Mas invocó a dar al partido un "nuevo empuje", reforzando su personalidad propia, marcando las prioridades, no dándose por vencidos "a pesar de las dificultades" e iniciando un proceso de renovación. "Tan peligrosa es la resistencia al cambio, como el cambio por el cambio", señaló.

Tanto Pujol como Mas hicieron un alegato a los 23 años de gobierno "ahora que se intenta minimizar y borrar la obra colectiva y de construcción del país".

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