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Reportaje:

Manuel Campos Carmona, el ubicuo

Un expediente judicial demuestra que el hombre entró en prisión por un atraco cometido cuando estaba bajo arresto

Cecilia Jan

En la madrugada del 3 de noviembre de 2001, dos personas sufrieron un atraco a punta de cuchillo cerca del centro comercial La Rosaleda, en las inmediaciones del estadio de fútbol del Málaga. El detenido por estos hechos, Manuel Campos Carmona, un joven gitano que por aquel entonces tenía 23 años, fue reconocido "sin género de dudas" por dos testigos, por lo que pasó a prisión preventiva.

Algo normal en el desarrollo de la justicia, si no fuera porque este mismo Manuel Campos Carmona,

con DNI 77470246-J, se encontraba la noche del atraco cumpliendo un arresto de fin de semana en la cárcel vieja de Málaga, como certificó el propio centro penitenciario, según el cual, "no consta que saliera".

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Los papeles al fin empiezan a demostrar lo que Emilia Carmona lleva ocho años clamando: que su hijo Manuel, Lolo, es víctima de reiterados errores policiales y judiciales debido a la existencia de varios delincuentes con su mismo nombre -hasta ocho detectados por su abogado, Carlos Roldán-, que han provocado su imputación en 30 causas penales. La semana pasada, Roldán, recibió la primera de las causas abiertas a nombre de Manuel Campos Carmona en alguno de los 14 juzgados de instrucción de la provincia, gracias al procedimiento por funcionamiento anormal de la justicia abierto por el Juzgado Decano de Málaga en julio pasado para esclarecer estos errores.

"Manuel Campos Carmona permaneció de forma indebida en prisión preventiva entre el 11 y el 19 de noviembre de 2001", resume Roldán, tras un primer examen de los expedientes. Una mezcla de casualidades y errores hizo que el joven acabara una vez más encerrado. El primer detenido por los hechos, un menor, tenía varias causas pendientes junto con un tal Manuel Campos Carmona, conocido por la policía por realizar robos con violencia, lo que llevó a la detención de Lolo y a incluirle en las ruedas de reconocimiento, al confundirlo con el que aparecía citado en otras causas. Pero éste no es el peor error. "Dos personas lo reconocen sin género de dudas, aunque un tercer testigo no lo reconoce", explica Roldán. "Con ese armazón, la policía y el Juzgado de Instrucción 11 lo envían a prisión preventiva".

La causa pasa al Juzgado de Instrucción 10. Emilia comparece y trata de convencer al juez de que su hijo se encontraba en la cárcel la noche del delito. "Lo hizo con tanta pasión que a un funcionario le dio por comprobarlo. Menos mal, porque con dos personas que reconocieron a Lolo sin género de dudas, podía no haberlo hecho, y le podían haber caído entre tres y cinco años por robo con violencia e intimidación", explica el abogado.

Emilia describe su labor como "de detective". "El juez no me escuchó en ningún momento, así que me puse a trabajar, y conseguí hablar con otro funcionario, al que pedí que simplemente hiciera una llamada a la cárcel vieja [el centro penitenciario de la Carretera de Cártama] para comprobar si había estado allí esa noche", relata. "El funcionario incluso preguntó si se podía haber escapado", dice.

Con el escrito del centro penitenciario, que certifica que Lolo se encontraba cumpliendo un arresto de fin de semana por impago de una multa entre el 2 y el 4 de noviembre, el Juzgado de Instrucción 10 le pone en libertad, y posteriormente, dicta el sobreseimiento de la causa al no ser posible atribuir el hecho a persona alguna.

Sin embargo, pese a que el expediente demuestra que Lolo pasó ocho días en prisión por error, la reparación no va a ser fácil. "Tendría derecho a indemnización económica por el tiempo que estuvo en prisión, se podría haber reclamado tras lograr el certificado de la cárcel, pero ahora probablemente hayan prescrito los plazos", dice el letrado, que tiene a Lolo como cliente desde principios de año. Hasta entonces, la familia recurría a abogados de oficio.

Roldán está estudiando tanto la posibilidad de reclamar una indemnización como la de pedir que se abran diligencias de investigación por falso testimonio en causa judicial contra los dos testigos que aseguraron reconocer a Lolo. Según explica el abogado, en una rueda de reconocimiento, el testigo puede expresar que tiene dudas, o que está "casi seguro", pero la expresión "sin género de dudas", cuando era imposible a no ser que Lolo tuviese el don de la ubicuidad, provocó el ingreso de un inocente en la cárcel.

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Sobre la firma

Cecilia Jan
Periodista de EL PAÍS desde 2004, ahora en Planeta Futuro. Ha trabajado en Internacional, Portada, Sociedad y Edición, y escrito de literatura infantil y juvenil. Creó el blog De Mamas & De Papas (M&P) y es autora de 'Cosas que nadie te contó antes de tener hijos' (Planeta). Licenciada en Derecho y Empresariales y máster UAM/EL PAÍS.

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