La ruta del desasosiego
Los mercados de cambio habían atravesado la mayor parte del año 2004 en relativa calma, pero ha bastado con que empezaran a remansarse algo las aguas en el sector petrolero para que la inquietud se trasladara de lugar. Ahora es el dólar el que ha entrado en crisis, tras haber mantenido bastante bien el tipo frente al euro a lo largo de casi todo el año. Con la revalorización del euro frente a la moneda americana empeoran las expectativas, bastante malas ya de por sí, de las economías europeas, aunque eso no quiera decir que, a corto plazo, empeoren ni las de las bolsas ni, tampoco, las de los 120 fondos de inversión de renta variable de la eurozona que se comercializan en España (hasta ahora, y sólo en 2004, esos fondos han acumulado una rentabilidad media de 6,7%, con la mitad de ellos superando el 5,8%).
Sin embargo, esa buena trayectoria queda algo empañada al compararlos con los fondos que invierten en renta variable española, ya que éstos están proporcionando, por término medio, una rentabilidad acumulada de 13,6%. La diferencia entre ambos grupos está perfectamente justificada por el hecho de que la Bolsa española ha experimentado una revalorización que es casi el triple de la europea, reflejando así que la economía está creciendo en España a una tasa bastante más elevada y también la buena marcha de las de América Latina.
Al iniciarse 2004, a la renta variable le estaba destinado un comportamiento idéntico al de todos los años en que suben los tipos de interés de intervención (en éste, la autoridad monetaria norteamericana lo ha hecho en cuatro ocasiones ya), con una primera parte descendente y una posterior, que se materializó a partir del 15 de agosto, de fortísima recuperación. Lo más asombroso es que esa revitalización se ha llevado a cabo entre un montón de dudas sobre la fuerza real de las principales economías, la prolongación de la inestabilidad geoestratégica, la reducción del ritmo de crecimiento de los beneficios empresariales y el encarecimiento de la energía.
Pero eso es lo que de interesante y, a veces, enigmático tienen los mercados financieros y de materias primas. Las explicaciones y argumentos con que se trata de atrapar su esencia (y que, en ocasiones, funcionan de la manera más simple y directa) a veces evidencian no ser más que amuletos con los que exorcizar lo desconocido. Aunque todo termina por pasar factura y el encarecimiento del petróleo también lo hará.
Durante los próximos meses, las bolsas europeas seguirán, probablemente, subiendo y, con ellas, los fondos de inversión de la eurozona. Y es que, a pesar de la abundancia de malos augurios para sus dos principales economías, Alemania y Francia, la expectativa de crecimiento de los resultados empresariales sigue siendo buena. Ello se debe a que, por una parte, continúan con el proceso de reducción de costes y que, por otra, un porcentaje cada vez mayor de sus beneficios los obtienen fuera de la Unión.
La evolución bajista del dólar perjudicará, sin embargo, tanto a las economías de los países como a las de las empresas en Europa. La inestabilidad se ha empezado a desplazar de los mercados energéticos a los de cambio. En ellos estará próximamente la acción. También, el desasosiego.
Juan Ignacio Crespo es director general de Finanduero.
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