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Crítica:DANZA | '¡Nada... nada!'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Triunfo del langostino enamorado

Este maravilloso y brillante espectáculo es un triunfo para la inteligencia que a veces se le niega a la danza infantil. Y en particular, es el triunfo de un equipo capaz, inspirado y que sabe lo que hace no sólo en el baile, sino en los detalles que atañen a su primer público, el más duro, exigente e implacable: los niños.

Con el tema del mundo submarino y las peripecias de unas buceadoras intrépidas, Cabrera arma un precioso retablo de las maravillas donde se dejan sentir influencias muy asimiladas de La Linterna Mágica y del Teatro Negro de Praga, grupo que cuenta con una de sus grandes obras como El pescador, donde hay escenas también de fondos marinos.

Lo interesante es que Cabrera se esfuerza en mostrar al niño cómo se hace el truco de la invisibilidad del manipulador de la marioneta u objeto, lo que deviene en complicidad con el auditorio y el pequeño espectador comprende el hecho teatral por encima del mágico, lo que empieza ya con el ejercicio de papiroflexia a escala monumental: una idea prometedora que se convierte en barco de papel.

Compañía Aracaladanza

Coreografía: Enrique Cabrera; música: Mariano Lozano, Pascal Gaigne, Mozart, Vivaldi y otros; vestuario: Elisa Sanz; escenografía: Ricardo Vergne y El Nudo Compañía Teatral. Teatro de La Abadía, Madrid. 26 de noviembre.

El número de la bailarina española donde tres grandes ostras se convierten en castañuelas y peineta reclamando protagonismo, el de las medusas que van al son de las olas, el bosque de algas o el rey de la velada dando su recital: un langostino o gambón rojo, primero, solitario jugando con un balón y, después, enamorado de la esbelta nadadora.

¡Vaya ternura que inspira este bichito de mirada a lo Valentino! Los niños ni chistaron, estaban absortos, como los adultos, en una función repleta de buena danza y teatro. Las luces de Pedro Yagüe, el vestuario, el ritmo y la secuencia de escenas cuentan con una medida muy equilibrada y todo está lleno de una gran belleza visual.

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