Gaudí huye de la recta
JORGE WAGENSBERG es un científico con intuiciones artísticas, y una de sus grandes pasiones, como es lógico, son los artistas con intuiciones científicas. Picasso, que descompuso un toro en sus líneas simbólicas, y Dalí, que se adelantó treinta años a la exploración científica de la cuarta dimensión, son dos de sus artistas favoritos. Pero la palma se la lleva Gaudí. Wagensberg ha encontrado en el arquitecto catalán una ilustración cultural perfecta del poder creativo de sus nueve formas: en sus esferas del parque Güell, en sus pavimentos hexagonales del paseo de Gracia, en la escalera de caracol de la Sagrada Familia -asombrosamente parecida al caparazón de un Nautilus-, en la doble hélice de un balcón de La Pedrera, o en la fachada descaradamente ondulatoria de ese mismo edificio de apartamentos, o en las arborescencias fractales de muchas de sus columnas.
"Ha quedado bien probado", escribe Wagensberg, "que en la arquitectura de Gaudí emergen las mismas formas geométricas que en la naturaleza. Y no sólo eso. Las formas emergen en la arquitectura de Gaudí (por selección cultural) cumpliendo las mismas funciones que cumplen (por selección natural) en la naturaleza". Es decir que (también en Gaudí) el hexágono pavimenta, la hélice agarra, la onda comunica y la fractal coloniza.
Wagensberg ha notado con perplejidad que la línea recta -que no es una de sus nueve formas generadoras de mundos- reina majestuosa en toda la arquitectura humana, con la solitaria excepción de Gaudí, que parecía huir de ella como de la peste. "No deja de ser curioso que la línea recta esté prácticamente ausente de la arquitectura animal y de la naturaleza en general", concluye el autor. Las rectas que nos rodean son casi siempre invenciones humanas, y lo seguirán siendo. El gran Gaudí no ha dejado escuela.
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