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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Representación del bien

El teatro es un arte de la memoria, decía hace poco en un manifiesto Juan Mayorga: "Recordamos todas las guerras desde los griegos. Todas las víctimas, cada una de ellas. Y todas ellas están hoy, otra vez, en peligro" . Esta obra de titulo en alemán -Camino del cielo, en castellano- recuerda a las de los campos de concentración de judíos en Alemania. Su texto es suficientemente amplio como para recordarnos las de cada día, menos espectaculares. Digo que menos espectaculares porque entonces creíamos que si se supiera lo que estaba pasando no se soportaría. Hoy lo sabemos, las vemos al despertar en el diario, a la hora de comer y durante todo el día en la televisión, y las soportamos perfectamente, junto con las imágenes de nuestras víctimas diarias en las fronteras de agua.

Himmelweig

De Juan Mayorga. Intérpretes: Alberto Jiménez, Pere Ponce, José Pedro Carrión y otros. Escenografía de Jon Berrondo; iluminación Albert Faura; música: Luis Delgado; vestuario: Alejandro Andújar. Dirección: Antoni Simón. Teatro María Guerrero, Madrid.

Mayorga hace un parábola con la representación. No ha de verse -concretamente, un delegado de la Cruz Roja- la crudeza del campo; los encerrados en él han de representar una vida apacible, una ciudad de confinamiento con su reloj histórico en la torre, sus novios en el columpio, los niños en el parque. Un teatro. El comandante del campo nombra un director preso para que adiestre a sus compañeros en la representación para un solo día, en la representación para un espectador que no se sabe quién es ni para qué acude. La representación se convierte en metáfora de todo el mundo: imitar, fingir, para vivir.

Mayorga es un buen escritor. El texto está escrito con la profundidad y al mismo tiempo la sencillez necesaria para ser comprendido. Únicamente esta obra tiene un defecto: no está trabajada para el teatro. Hace muchos años me irritaba la expresión "carpintería teatral" para aludir a los efectos y manejos, a veces tontos, para impresionar al público o para dejar colgando la acción hasta el acto siguiente. La carpintería fue sustituida por el neologismo "dramaturgia", que podía encargarse a alguien que no fuera el autor, al que se quitaba su condición de "dramaturgo". En todo caso, en la preceptiva tiene su lugar: unas reglas que empezaron con Aristóteles y no han terminado todavía. Mayorga las desafía, y falla. La primera media hora está a cargo de un monologuista -el delegado de la Cruz Roja- que lo cuenta todo: quita cualquier posibilidad de sorpresa. Siguen otros monólogos que relatan lo que vemos, o fingen ser conversaciones. El resultado procura el cansancio; francamente, el aburrimiento del espectador.

Se mezcla con su respeto: al tema sangrante y su actualidad, al texto, a la evocación a la interpretación -Juan Pedro Carrión especialmente-, y el resultado con aplausos pacifistas y honestos, piedad por las víctimas de estos sucesos y admiración por quien los hace representar y por los representantes. Dentro de un escenario onírico y móvil que añade espanto a la palabra, dentro de una historia trágica.

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