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Reportaje:CLÁSICA EL PAÍS

'Concierto para piano', de Grieg

EL PAÍS ofrece mañana, por 2,95 euros, una selección de las obras más populares del compositor noruego

Los Beatles cantaban en una de sus melodías más hermosas el hechizo de los bosques de Noruega. El hechizo nórdico, visto desde nuestras latitudes, no se limita, en cualquier caso, al paisaje y la belleza de la naturaleza. En el terreno musical se valora con admiración la educación y la cultura cotidiana del mundo de los sonidos que se extiende desde Finlandia a Noruega o Suecia, el sinfín de instrumentistas de calidad que aparecen por todos los rincones. ¿Quiénes son los referentes cercanos de estos países, los compositores indiscutibles?

En su Historia universal de la música escribe Roland de Candé: "El gran músico escandinavo del siglo XIX fue el noruego Edvard Grieg (1843-1907). Su genio melódico, la calidad de su escritura pianística, la audacia refinada de su armonía, su sutil interpretación de la cultura nacional, dan a su música un encanto particular". El libro-disco de mañana, lunes, de EL PAÍS lo refleja a las mil maravillas, al agrupar el Concierto para piano y las dos suites de Peer Gynt. El Concierto para piano y orquesta en la menor, opus 16, se estrenó en Copenhague en 1869. Se suele destacar de él su similitud con el de Schumann y no solamente por la tonalidad en la menor de ambos. Las dos suites orquestales de Peer Gynt, opus 46 y opus 55, proceden de la música incidental de raíces populares que Grieg puso a la obra del mismo título del dramaturgo noruego Henrik Ibsen (1828-1906). Consta cada suite de cuatro números en que se recrean los pasajes más pegadizos de los 25 que componen la opus 23 original, estrenada en Cristiania (Oslo, a partir de 1925) en febrero de 1876. Los cuatro fragmentos seleccionados en 1888 forman la primera suite, y los cinco escogidos en 1891, la segunda, aunque uno de estos últimos no se suele interpretar actualmente. La música se emancipó así del drama y empezó una nueva vida por su cuenta en el terreno orquestal. De la "calidad de la escritura pianística" a la "sutil interpretación de la cultura nacional" de Grieg hay una muestra suficientemente representativa en las dos grabaciones seleccionadas para el libro-disco. E irradia la música de Grieg, en efecto, "un encanto particular". Como el de los bosques de Noruega en otoño.

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Lo fundamental es dejarse llevar. Por la contundencia y lirismo del piano. Por la melancolía de unas suites de resonancias narrativas populares. Grieg compuso su Concierto para piano en la menor cuando tenía 25 años y en un momento de su vida bastante optimista. Su faceta de pianista influyó seguramente en la brillantez de la escritura solista. Norbert Christen ha destacado tres factores para explicar la fascinación del concierto: la melodía plena de ideas en la cual el compositor muestra una predilección por frases cortas frecuentemente repetidas o dispuestas en secuencias; la armonía colorista y refinada con influencias de la nueva escuela alemana y, por último, los detalles estilísticos procedentes del folclore noruego. Una autoridad indiscutible del piano romántico como Franz Liszt se deshizo en elogios ante el concierto. Grieg lo retocó en los dos últimos años de su vida, prueba de su vinculación afectiva y permanente por esta obra. Desde sus primeras audiciones se situó como uno de los conciertos para piano más populares del siglo XIX.

El lado nacionalista, es decir, el esfuerzo para recuperar una cultura musical de raíces propias, frente a las influencias extranjeras, se manifiesta de una manera más decidida en una obra como Peer Gynt. Ya en 1865 había tenido Grieg su primer encuentro con Ibsen y dos años después había creado la Academia Noruega de Música, donde la militancia por los valores locales era una de las señas de identidad básicas. El personaje de Peer Gynt es travieso, imaginativo, pícaro y un tanto desvergonzado. La obra musical de Grieg sobre el texto de Ibsen se estructura en cinco actos. En Noruega es un monumento nacional. La primera de las suites recoge cuatro escenas: La mañana, Muerte de Aase, Danza de Anitra y En la sala del Rey de la Montaña. La música es descriptiva en los dos números extremos, un andante doloroso en la muerte de Aase y "una pequeña danza ligera que desearía fuese interpretada con alegría y delicadeza", en palabras del propio Grieg, en el fragmento de Anitra.

La segunda de las suites contiene otros cuatro apartados: El rapto de la desposada: lamento de Ingrid, Danza árabe, El regreso de Peer Gynt y Canción de Solveig. Un allegro furioso, un allegretto vivace alla turca y un allegro agitato, respectivamente, dejan paso a uno de los momentos más bellos e inspirados de toda la música de Grieg, la canción de Solveig, para la que el compositor recomendaba siempre que se mantuviese el "estilo popular". En la grabación se incorpora una soprano, con lo que se gana en emotividad lo que se pierde en pureza formal de la suite. En otros números también intervienen los coros de trolls y de doncellas, lo que indica que las suites se han extraído directamente de la obra original, con la sensación de autenticidad dramática que ello lleva consigo.

Y hablando de autenticidad hay que citar a los intérpretes: la orquesta Filarmónica de Bergen, fundada en 1765, y de la que fue director entre 1880 y 1882 Grieg, que no solamente se dedicaba a la composición y el piano, sino que de cuando en cuando cogía la batuta. Dirige las particulares suites otro noruego, Ole Kristian Ruud, y se sienta al piano alguien ya familiar para los seguidores de esta colección, la japonesa Noriko Ogawa. El sello discográfico es asimismo nórdico: Bis. Sueco por más señas, con más de 30 años a sus espaldas y un catálogo que se sitúa alrededor de los 1.400 títulos. Orientado fundamentalmente hacia la creación musical escandinava, los seguidores de esta colección probablemente recuerden el volumen dedicado a Sibelius. ¿Quién duda del toque idiomático?

Edvard Grieg.
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