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Fabián Estapé recorre de nuevo, en el libro 'El juego de vivir', su trayectoria personal y profesional

Lluís Pellicer

Si la vida fuera realmente un juego, Fabián Estapé (Portbou, 1923) sufriría sin duda ludopatía. Sería también un rival duro para cualquiera que osara retarlo. Su actitud ante el tablero es la de "modificar las reglas" del juego, lo que no resulta extraño dada la rebeldía y la "incontinencia verbal" que ha confesado en repetidas ocasiones. La partida dura ya 81 años, y en absoluto piensa arrojar la toalla. Estapé ha recogido los momentos más interesantes de su vida en el libro El juego de vivir. Recuerdos de un economista (RBA / La Magrana), en el que traza su recorrido personal y profesional, que fue presentado el pasado viernes.

La obra no es tan extensa como su última biografía, pero repasa de forma mucho más profunda su vida sin eludir ningún capítulo. Tampoco su colaboración con el régimen franquista, que define como una época de grandes contradicciones. "Compartía mesa de reuniones con señores que firmaban sentencias de muerte", ataja en el libro. Sin embargo, no se arrepiente de sus antiguas funciones. "Nunca creí en el 'cuanto peor, mejor' que propugnaban muchos, porque no teníamos ningún derecho a hipotecar el futuro de otras generaciones", aseguró en el acto de presentación. "Aunque el mérito fue de los miles de obreros españoles que trabajaban en Alemania y ahorraron 1.600 millones de dólares cada año para volver y comprar un taxi", agregó. Su perspectiva le permite relativizar estas cifras. "A la semana siguiente de la muerte de Franco se fugaron del país 3.000 millones de dólares hacia Suiza. Fue un claro síntoma del miedo que tenía la gente", ironizó.

En el libro abundan los recuerdos del ex ministro de Sanidad Ernest Lluch, asesinado por ETA hace cuatro años. "Fue el discípulo más importante que tuve", afirmó rotundamente. Estapé simpatizó con el socialismo catalán por influencia de Lluch, pero también de Joan Reventós y Josep Pallach. "Si me he de adscribir en alguna línea de pensamiento local, diría que siempre he sido un militante del PSC", confiesa en el libro. En cambio, reconoce que sus relaciones con "los convergentes" han sido malas, aunque no duda en atribuirles una "sutileza" que aún no poseen los partidos de izquierdas.

El juego de vivir, dijo al final, no es su despedida. "Es el penúltimo libro", remachó. Ya ha pensado el título para el que será su "testamento sentimental": Hasta luego.

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Sobre la firma

Lluís Pellicer
Es jefe de sección de Nacional de EL PAÍS. Antes fue jefe de Economía, corresponsal en Bruselas y redactor en Barcelona. Ha cubierto la crisis inmobiliaria de 2008, las reuniones del BCE y las cumbres del FMI. Licenciado en Periodismo por la Universitat Autònoma de Barcelona, ha cursado el programa de desarrollo directivo de IESE.

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